You may be my lucky star, but I’m the luckiest by far
Cuando bajo a la entrada y vuelvo, apenas abro la puerta, mi casa tiene el olor perfecto a manzanas y peras calientes, canela y almendras del crumble que todavía espera en el horno.
-No sé qué decirles con el tema del postre, eh. No me tengo mucha fe.
Y es verdad, lo único que reconozco es que los olores están bien, exactamente como tienen que estar.
Pienso que de los pocos arreglos estructurales que le haría a una nueva casa para que sea perfectamente yo, sería incoporarle la cocina al ambiente, todo como para poder cocinar y estar.
N llega primero y se sienta instintivamente en la banqueta de la pared mientras termino unos langostinos al limón con dos o tres gotas de Mongolian Fire Oil que quiero estén ya listos para cuando suene el timbre y los 4 nos sentemos a comer.
R insiste en meter la nariz en la sartén pidiendo los ingredientes que son tan pocos que me da vergüenza citar. Esperamos la comida y en poco tiempo ese bebe que ella lleva en la panza. Falta nada.
-Esta casa tiene buena onda.
N se concentra en los detallecitos que le deben parecer tan de mina.
-Como te gusta la cosita, la velita, la lucecita…
Se ríe.
-El cachivache, bah…
-No, no, tiene onda esta casa.
-Uh, me falta la estrella, bancá que prendo la estrella. ¿No es lo más mi estrella?
Ahora sí la luz está impecable, los langostinos listos, el curry esperando en el fuego haciéndose más picante mientras pasan os minutos y las copas con vino. Me gusta que la gente llegue y se quiera quedar. Quiero que mis casas sean así.
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