Wednesday, May 30, 2012

Hija de tu madre III

Tengo de mi madre muchas cosas menos esos ojos celestes que le envidié desde que tuve uso de razón y ella me consoló diciendo que ¿para qué queríamos otra rubia más con ojos azules, no? Si ya hay tantas. Entonces creo que me conformé con su nariz polaca aunque la perfeccioné al diminutivismo absoluto y eso de que también “tenés mucho mejor pelo que yo”. Ella lo decidió temprano y siempre tuvo un corte a la garcon que era medio como el que usaba Mia Farrow en Rosemary´s Baby. No que yo haya sido el bebé de Belcebú ni mucho menos aunque sí la debo haber llevado más de una vez a unas ganas irresistibles de barrerme de la faz de la tierra (más no sea por unos días). Digo que me conformo con eso y con varias cosas más.
Digo que yo leo (y escribo) porque mis mejores regalos fueron libros que compró mi madre y porque cada oración que escribí fue leída en voz alta por mi madre también (y en esos arrebatos de adoración hiperbólicos, enmarcados por mi padre). Ella sin embargo es más de decir y escribir cosas como “Me encantó, y no porque seas mi hija, it's full of feeling, but it doesn't boil over. Love and thank you, Ma” cuando le muestro algo de lo que escribo, por ejemplo.
Digo que soy hija de mi madre porque hasta tengo su letra, la coquetería, la sensibilidad medio desbordada ante cualquier evento que amerite llanto (a nuestros ojos marrones y azules) y hasta una forma tilinga de hablar cuando atendemos el teléfono (parece). Mi padre dice que somos mujeres de lindos pies aunque nos retaba si andábamos mucho descalzas en el verano, como dos indias. Yo me lo creí y basta eso para que alguien más te los admire.
Digo que soy hija de mi madre porque tengo ese no nonsense que suele regir en los asuntos de su vida y una fuerza que sale de no sé dónde para sobrevivir. Pero ella es mucho más fuerte que yo y si pienso en este mundo sin ella me vuelvo tremendamente chiquitita, como mi nariz.

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Monday, May 28, 2012

Dominga debería ser un label

Resulta que empezamos a ir a Dominga desde el día en que Dominga empezó a ser Dominga. Quiero encontrar las fotos de esos cumpleaños que festejé en el patio, esos con muchos amigos que terminaban tarde.
En Dominga me senté con amigas en mesas largas, con hombres en mesas cortas. Tomé vodka tonics, caipiroskas y Malamado cuando ya no se podía tomar más nada. Pedí hasta el hartazgo el risotto crocante (aprendí a hacerlo). Me senté en la barra y pedí un sushi. Siempre con la certeza de que al rato caía alguna cara conocida y terminabas comiendo acompañada. O si no hablabas con Camote o el Manga. Infalible. Llegué temprano y me fui cuando los mozos ya se habían ido. Quedábamos solamente nosotros y botellas vacías en las mesas y pasaban los basureros por Honduras y afuera amanecía.
Seguí yendo. Me fijo y tengo anécdotas que se acumulan ahí. Dominga debería ser un label. Fui con Chechus, con J. Siempre volví.
-El jueves cerró Dominga.
Me lo repetí en mi cabeza, sonó de nuevo, y sonó a "El jueves, cerró Dominga".

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Monday, May 21, 2012

Y de repente

Así en medio de un curry con leche de coco hablás y hablás y te conectás sin quererlo con tus raíces polacas. Sí, con todo ese picante y la leche dulzona que hierve y aplaca el chile con ese arroz que "no es basmati pero parece" hirviendo al lado casi listo; sos tu abuela. Y mostrás las plantitas que crecen en las macetas que están apoyadas en la mesa y el por qué se llaman suculentas, de suco, jugo, y las señalás una por una con el dedo siguiendo el camino de las raíces adentro del agua mientras te levantás a chequear que el arroz no se pase. Green thumb; también tenés, "igual que tu abuela" diría tu madre. Y completás sin quererlo la lista de mujeres rubias. La última de las sobrevivientes. Y en algún lugar encontrás algo así como una misión que no está escrita en ningún lado y tampoco sabés si es tan así pero no importa.

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Friday, May 18, 2012

News travels fast

Las malas noticias me llegan en el mismo barrio, de la misma voz y unos 10 años de distancia.

Monday, May 14, 2012

Railway Kid

Creo que tengo recuerdos de cada una de las estaciones que recorren la ciudad desde Retiro hasta Tigre, aunque los primeros arrancan siempre en Vicente López y esa barranca a la que me llevaba Toti a tirarme en bicicleta. ¿La de Urquiza era? Tenia una nombre que ya iba todo junto, eso que en la infancia transformás en palabras como “labarrancadeurquiza” sin saber muy bien lo que es una barranca y menos que menos quién era Urquiza. Creo también que era la misma de la que se tiraba el con sus amigos en carrito (uno que habían hecho con los chicos del barrio) y ese cuento de que ponían a alguien al final para parar los poquísimos autos que pasaban.
Pasar por Olivos es una maraña de recuerdos enredados como lanas de dos mil colores pero esas que van cambiando, mutando de un color a otro y cuando te creés que tenés el azul entre los dedos, tirás un poco más y es turquesa y para cuando lo sacaste es verde y ya casi amarillo. Vienen así, todos juntos, en colores y uno mezclado con otro. Pero caminando por el caminito que pasaba por detrás de casa y llevaba a la estación Olivos, Toti agarrado de mi mano (yo a la de él) mostrándome  el tercer rail. Ya dije eso de que cuando fuiste un railway kid sabés perfectamente qué se pisa y qué no y cómo se mira si viene el tren, aún cuando viene pegando la curva desde La Lucila o los distinguís ya pasando la quinta desde el otro lado. La quinta y ese relato del paredón inexistente en la infancia de mi viejo y los chicos jugando al fútbol adentro de los jardines y algún presidente pateando la pelota. Y nadie sabe por qué, eso me llevaba al cuento también de mi padre haciendo la colimba y lavando el caballo de Perón que si bien era blanco cuando lo mojabas se ponía medio azul. ¿Invento? Ya no sé qué parte de mi pasado realmente sucedió y qué cuentos se armaron en mi cabeza con retazos de relatos ajenos.  Cuando fuiste railway kid sabés si es un tren que viene o uno va. Lo sabés. Y también sabés porque vivías cerca, muy cerca de la vía muerta, que tan muerta no estaba y cuando gritabas que te ibas a jugar "a la vía muerta", caminando todo desde la cortada del Saint Andrew's hasta que llegabas a ver el río, tu madre gritaba desde arriba que “ojo” y eso era no pisar las vías ni hablar con extraños que ofreciesen caramelos (cosa que nunca sucedía).
Pasar por La Lucila es ver el frente de ese departamento en el que vivieron mis viejos de recién casados y los cuentos de los Fiat bolita que tenían, uno cada uno.
Martínez son las tardes después del colegio, más que nada los viernes, licuados en Nicanor con plata propia y comprarse algo para la fiesta de esa noche y cruzarse con algún chico del St. John´s vagueando también en zona y tal vez caminar hasta Pepino si había tiempo.
Acassuso es y será la estación de mis amigas Maite y Malaque y los veranos interminables en esa pileta en la que buceábamos más horas de las que estábamos en superficie. Agarrábamos los caracoles enormes y mientras las otras no miraban, una los tiraba como para que se hundan en lo más profundo y ahí recién, nos calzábamos los snorkels y visores y relojeábamos desde la superficie hasta hacer contacto visual con el tesoro y ahí hundirse desesperadamente con una bocanada de aire larga que te llevase esos metros (varios) hasta abajo en lo más hondo. Ahí, agarrabas el caracol grande (esos que si les apoyás la oreja podés escuchar el mar encerrado ahí) y lo levantabas bien en alto con una mano mientras pataleabas para subir mas rápido y cuando cruzabas el agua con la mano, por la boca recuperabas todo ese aire que habías perdido abajo. Triunfante. Acassuso es el olor a cloro en el pelo de puntas imposiblemente blancas del sol y ya casi verdes y los dedos de los pies y las manos arrugados como Manuelita la tortuga, los helados de Pepe y esperar cansada en un sillón de brocato bordó a que mamá y papá te vengan a buscar ya bien entrada la noche. Y dormir, y soñar que seguís buceando.


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Wednesday, May 09, 2012

Dicen

Dicen que rara vez soñás con una cara que no conocés, que de hecho es imposible. Durante tu vida tu cerebro registra un millón de caras humanas que se cruza sin casi notarlas. Quedan almacenadas ahí en algún lado. Después las usa como personajes en los sueños, las recicla. No sé quién dijo eso. Seguramente sea un invento. ¿Quién puede comprobarlo? Sin embargo me gusta esa idea de pensar que la persona con esa cara con la que soñé anoche, era alguien que me crucé tal vez a los meses de vida, espiando desde el borde de un cochecito. O ayer, en un 111.
Dicen que las mujeres sueñan distinto que los hombres. Y mi madre, por ejemplo, durante mucho tiempo soñó en blanco y negro.
A veces sueño con gente sin caras. A veces no puedo acordarme de la voz de algunas personas. Dicen que es lo que más te cuesta recordar, la voz de los muertos. Trato y trato y no viene.
Dicen, todo dicen.

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Alguien

Debería publicarme ese Moleskine negro con tapa dura en la que conté esa historia desde el principio hasta que dejé de escribirla.
Tal vez yo debería terminar de contarla.

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Tengo

Unos 68 posts en borrador en los Charlotte Papers Uncensored que por algún motivo censuré en estos 7 años. Releo algunos y entiendo por qué; en otros casos no encuentro el factor censurable. Puede que entre en una etapa de revisionismo histórico.
Y apriete "publish".

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Monday, May 07, 2012

Canciones que me hace feliz cantar

Serenata Para La Tierra de Uno

María Elena Walsh

Porque me duele si me quedo
pero me muero si me voy,
por todo y a pesar de todo, mi amor,
yo quiero vivir en vos.
Por tu decencia de vidala
y por tu escándalo de sol,
por tu verano con jazmines, mi amor,
yo quiero vivir en vos.
Porque el idioma de infancia
es un secreto entre los dos,
porque le diste reparo
al desarraigo de mi corazón.
Por tus antiguas rebeldías
y por la edad de tu dolor,
por tu esperanza interminable, mi amor,
yo quiero vivir en vos.
Para sembrarte de guitarra,
para cuidarte en cada flor
y odiar a los que te castigan, mi amor,
yo quiero vivir en vos.

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Wednesday, May 02, 2012

Look what the cat brought in

Cruzamos mensajes y quedamos en encontranos en la plaza de Armenia para ver dónde almorzamos. Salgo en algo bastante parecido a un pijama pero lo disimulo con una campera larguísima y unas Converse que asoman. Por todo lo demás, sólo me falta haber salido con la cama de mochila al estilo sherpa Tenzing.
Cuando llego, ya a la distancia la veo charlando con alguien. Me acerco con cara de "te levantaste un turista palermitano" y ahí mismo me explica que se trata de su amigo suizo Pierre, que conoció hace más de 15 años en Aspen (¿o era Vail?) y que casi sin saber que estaba por Buenos Aires se acaban de encontrar. Absoluto truco del destino ahí, en ese lugar y a esa hora.
Caminamos los tres y comemos en una de esas terrazas que aguantan el sol pasadas las 3 de la tarde y Pierre saca una tarjeta de una persona con la que se acababa de reunir. Mi amiga se asombra porque tiene el isologo casi exacto al de la empresa de su hermana y cuando me acerco a fijar descubro que el nombre al lado de logo es el de una mujer sueca con la que trabajé unos 20 años atrás cuando acababa de llegar a la Argentina.
-I know this person. Trabajé con ella hace más de 20 años, increíble, ¿no?
Pierre se asombra por las casualidades de Buenos Aires o no tanto.
Esta mañana camino por Santa Fe y antes de cruzar Talcahuano me detengo en una vidriera porque me agarra el semáforo. Vengo pensando en el encuentro fortuito del otro día, en la sueca, en mi amiga y los isologos exactos y escucho mi nombre, fuerte, gritado con acento francés.
Pierre viene caminando por Talcahuano. Nos sacamos una foto y se la mandamos a mi amiga.
-Mirá lo que me encontré en la calle, le escribo.