Sunday, September 30, 2007

Acabar




Estoy como para redactar un libro de autoayuda baratísimo y llenarme de plata, de esos que se venden por millar diario. "Time Management, 10 Tips to Success" por ejemplo o "7 Habits of Very Effective Procrastinators". Todo dentro de una metáfora puzzlera, así llevándola al límite.
Empieza tú día por lo más difícil. Las columnas y el alfombrado verde son una buena idea.
O bien mandar por lo opuesto.
No dejes lo peor para el final. Empieza por el manto de Napoleón y Josefina, tal vez el almohadón.
Yo claramente arranco por lo que más me divierte -satisfacción inmediata- y voy complicándome la vida hacia el final. Literalmente. Ejercito mi fustración en dosis pequeñas. Cada tanto tengo que introducir intervalos distractivos para sobrellevar la sensación de no colocar una sóla pieza en diez largos minutos. Apoyándolas de todos los ángulos posibles, presionando con la uña para que encajen, estoy tentada de agarrar una trincheta y recortarlas a mi conveniencia. No se puede. Sería traición. De chica una noche le saqué todos los stickers al cubo mágico para completarlo y poder caer al colegio a la mañana siguiente con el cubo armado. Cuando me preguntaban cómo lo había hecho aplicaba una frase que había esuchado por ahí de alguna talentosa niñita de kilt que circulaba por los pasillos de la benémerita institución con el cubete armado. Ellas lucían orgullosas todos esos lados parejitos; amarillo, verde, azul...
-Hacés la cara y después los 7 movimientos.
Después del guau ajeno me retiraba falsamente gloriosa de escena. No tenía la más puta idea en qué consitían los 7 movimientos. Sonaban casi como las instrucciones para llegar al Santo Grial. Sólo se que rotaban costado, abajo, track, costado abajo track y !oh sorpresa!, el cubo armado. Imposible. Puede que haya sido una leyenda urbana. Jamás lo pude hacer.
Durante la semana me llegaban mails desde el otro Palermo. Uno tenía como asunto: Nuevas del puzzle. Ayer puse 10 en un ratito nomás. No me pudo esperar, la última la puso ella. Acompañé telefónicamente, casi como un marido durante una cesárea. Era tarde y el otro Palermo parecía lejos, lejísimo.

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Friday, September 28, 2007

Upas


Sin querer sonar a Piero, trato de ir al lado pero indefectiblemente me adelanto (porque es imposible hacerlo tan despacio) y me pregunto cuándo fue que mi viejo empezó a caminar tan lento, cuándo fue que todo se le tornó tan difícil y si alguna vez tuvimos un
momento de conexión real, auténtico. Si rebobino creo haber pasado en saltos cuánticos del enamoramiento y la idolatría a la rebeldía y el desinterés, terminando en el juicio y el envío permanente de facturas. Los tres inexactos, los tres inmaduros, los tres improductivos.
Concluimos que mí padre siempre anduvo a upa de la gente, sus mujeres, sus amigos y ahora anda a upa mío.
-Es como haber adoptado un lactante de 75. Un espanto.
Sr. Transferencia me mira serio del otro lado de la habitación. Se da cuenta de todo el camino por andar.
-A veces siento que no soy una buena hija. No tengo ni idea cómo se hacen las cosas ni siquiera si quiero hacerlas. Eso sí, si hago me da bronca porque siento que me fagocitan y si no hago me da culpa. Estoy jodida, ¿no?
Sr. Transferencia nunca contesta sobre los hay que ni los cómo. De hecho me parece que para el no existen. A veces me veo redactando modestas listas de la herencia positiva que me vino del lado paterno. Listo sentido del humor, creatividad, sensibilidad, mimosidad, histrionismo, un sentido de la amistad y me clavo ahí. Son más las herencias oscuras. Sr. Transferencia debe opinar que no son pocas. Creo que trata de recordarme que en algún momento, aunque sea por un ratito, a mí también me hicieron upa.

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Wednesday, September 26, 2007

Yo también sepulté una boa

Como todos los años, T llega de Londres con un libro. Generalmente alguno shortlisted para el Man Booker Prize, últimamente, alguno de maravillosas escritoras mujeres. Ayer me regala The Inheritance of Loss y me imagino un posible enamoramiento como con The God of Small Things o Zadie Smith y On Beauty.
Cuando éramos chicas, en lo de T había además de perros y gatos, un mono tití que viajaba en el bolsillo del pijama del padre, un puma (Daniel), una iguana y una boa constrictora a la que había que alimentar con ratones. Vivos. La tarea de alimentar a la boa no era grata para ningún miembro de una familia de bicheros, casi tan grato como preparar morcillas para un vegetariano. Tal vez para evitar la escena del ratoncito sacudiéndose aterrorizado y pataleando por sobrevivir de la boca enorme de la boa, fue que probaron alternativas dietarias para el reptil. Fallaron. Una noche la boa murió y días más tarde la boa olió, a podrido. El segundo hermano varón y propietario estaba ausente así que yo me até un turbante de toalla sobre mi nariz y boca y levanté el metro y medio de manguera gruesa muerta. Increíblemente, el reptil muerto toma temperatura, todo al revés. Alguien afuera hacía un pozo.
En lo de los D enterré una boa, canté todo el soundtrack de Calles de fuego con un Rexina como micrófono, me enamoré perdidamente, aprendí a manejar una Honda XR100, memoricé el alfabeto aeronáutico entero como si fuese un piloto (Si tuviese un avión y pudiese elegir se llamaría Lima Victor, Fox trot November Wisky) y me puse mi primer O.B una tarde de calor en diciembre que obligaba a la hazaña.
Anoche en lo de los D la casa no parecía tan grande. Ya no hay monos que saltan desde las lámparas, ni pumas ni boas. Hay fotos de ese tiempo por todos lados, fotos de caras que conozco de memoria y nombres de parientes de parientes que también conozco como si fuesen de mi familia. Quiero a esta gente, a esta casa de muchos hermanos.
Me llevo en la cartera mi nuevo libro. The Inheritance of Loss dice en la tapa. Pienso que es un buen título.

Monday, September 24, 2007

Mientras tanto, en el otro Palermo


Nos juntamos a colocar piecitas. Es casi obsesiva la cosa. Frenamos solo para descansar un poco la vista y recuperar criterio cromático y del otro. Miro por la enorme puerta ventana de vidrio y me imagino que todo un cuarto del panel es un puzzle. Pienso que sería dificilísimo. Mayoría de cielo de noche, algunos edificios con lucecitas prendidas, un cable de luz y la ventana del vecino de enfrente de Ugarteche y todas las plantas de su balcón. Todo disfrazado de noche. Imposible. Como el traje de los soldados y el cortinado. Y a la noche los sueños me vienen todos recortados también. Algo así como la maldición del Tetris.

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Awakenings

Cuando me di vuelta en el espejo para ver los dos ojos maquillados me llevé una sorpresa. Ringo Bonavena, Celeste Cid. Me debatí. Ninguno de los dos, claro. Si bien sabía exactamente de lo que estábamos hablando siempre la realidad es un poquito más que lo esperable y tuve dudas. El humo en smokey parece ser exclusivamente negro y denso. Pensé el sacarme todo con un enorme algodón lleno de desmaquillante. Después me solté el pelo que tenía todo agarrado con clips para facilitar el trabajo de la maquilladora y me fue gustando. Puse caras de gato con trompa en el espejo, después charlé como una persona normal con uno de los invitados (frente al espejo también), ensayé dos o tres pasos y me convencí que podía salir tranquila con mis ojos ahumados y lucirlos aún frente al cura párroco sin demasiado espanto. Lo bueno fue que duraron las 12 horas que debían durar. No así mis zapatos. Llegué a casa a las 7 de la mañana. Cargué mis zapatos en una mano. No hay zapatos que cumplan con su promesa de fidelidad por 12 horas. Llegué a odiarlos. Llegué a odiar a una señorita que saltaba en la pista en chatitas. Pensé en hacerle una toma y robárselas. Creo que calzaba 36 como yo.
Trepé lenta hasta mi cama, un vaso de champagne, dos de vino, un vodka tonic y poquísimas pitadas en 12 horas. La medida de la mesura. La mañana, el mediodía más bien, me despierta sin resaca, enormes círculos negros y sed, mucha sed. Bajo y tomo del pico. Medio litro, de un saque.

Thursday, September 20, 2007

Walking Distance

Palermo con sol es distinto, hasta te puede poner contenta, de buen humor. Camino a la mañana las pocas cuadras que me separan de Sr. Transferencia. Viviendo en Villa Freud esto no tiene nada de increíble. Increíble sí, es que en la sesión de hoy no derramo ni una lágrima. Una chiquitita al final, pero nada para asustarse. De esas que me seco rápidamente con los dedos, que voy empujando hasta el costado de los ojos hasta que desaparecen. Después paso a buscar la ropa por lo de la modista Ucraniana que queda todavía unos pasos más allá, llegando a Honduras. Me sorprendo de lo cerca que queda Honduras. Hay algunas cuadras a sólo tres cuadras de la mía que nunca caminé, las recorro como si estuviese de viaje y voy sacando conclusiones de que también podría vivir acá y allá y en esa casita de ahí. Es tranquilizador pensar que existen otros espacios posibles.
La ropa quedó perfecta. El hombro descubierto es claramente sentador. Puede, no es seguro pero puede que esté levemente underdressed. Hace un tiempo que no voy a un casamiento pero no tanto tiempo como para concluir que los vestidos a la noche están out. Pantalones de terciopelo negro, tacos importantes y hombro al aire. Y para compensar la informalidad buen laburo en el pelo y A (maquilladora profesional) que prometió estar en casa no más tarde que las 7. Prometió también algo que definió como "smokey eyes", y le dije que perfecto, que los ojos bien maquillados distraen de cualquier otra imperfección. Lo dije tan convencida que casi me engañé a mi misma. Te conozco mascarita.

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Tuesday, September 18, 2007

Desencajada



F vuelve de viaje con varios regalitos. Entre los mencionables, uno que decimos que es “para la pareja” porque resulta que estamos hace tiempo amebadas que no nos depegamos (en 30 años de amistad hay épocas, claro) y cada vez que nos depedimos es “cada cinco”. Con esto aclaramos que cada cinco minutos nos llamamos, generalmente para hablar de pavadas, muy seguido para hablar de hombres. El regalo "para la pareja" (la de F y yo) es un enormísimo rompecabezas de un millón de piezas diminutas que compró en algún lugar de Paris. La imagen es la del cuadro de la coronación de Napoleón, la autocoronación de Napoleón.
F opta por los bordes, entonces busca compulsivamene piecitas con un lado recto y grita cada vez que encuentra una. Se obsesiona y te ladra si se las llegás a tocar, mover, soplar. El mismo día que llegó me llamó y me dijo.
-Venite a puzzlear ya.
-¿Trajíste púsle?
-Groso. Mal.
-Toy en cinco, ponelo en la mesa.
Corro casi sin aire y me sueno los dedos en el ascensor. Puzzlear me obsesiona, tanto que es un verbo.
Yo elijo la sección con el de look de santo padre porque tiene todo un traje lleno de flores que son bastante identificables. Después veo otro simil cardenal con el mismo look. Huelo complicaciones. Lo mismo que con el almohadón de Josefina y el traje de un soldado a la derecha. Ni hablar de los mantos rojos. Y el armiño. Armo montoncitos con piezas similares, las agrupo con criterio, básicamente cromático. También intuyo futuros problemas con el verde y el enorme cortinado.
-Armiño, armiño, armiño. Buscame armiños.
-¿Eh?
-La piel blanca que les cuelga a Napoleón y Josefina de la parte roja. Lo que sostienen las chicas a izquierda de cuadro. Esas van a ser jodidas eh. Puff. Vos buscame armiños.
Encajo una, dos piezas. Es casi como acabar. Gimo. F se ríe.
-¿Orgasmeás o no?
-Mal.
-¿Y las lanzas, vos víste esas lanzas hijas de puta? Eso va a ser imposible.
F me agarra de las manos y me mira seria.
-Prometeme una cosa. Please decíme que no largamos cuando se ponga jodido. Prometeme.
Prometo. Prometo y después le doy una palmadita correctiva cuando la veo hacer encajar lo inencajable. Me indigna. Todo un borde torcido y ella que se agarra la cabeza porque simplemente no entiende qué es lo que no funciona y cómo puede ser que le sobren tres piezas.
-Eso es un invento, F. Inventos no. Inventos son pan para hoy y hambre para mañana. Cortoplacismo.
Inventos son las piezas que tratás de encajar y terminan encajando pero por pura presión y después te encajetan todo el púsle. Como esas parejas que no dan, ese dicho de que "es al pedo empujar cuando la…". Bueno, exactamente así.

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Monday, September 17, 2007

Charlotte S.

Importante contractura en la espalda. Lo suficientemente dolorosa como para pedir turno con médico traumatólogo. Dado que Mc Splendid se dedica básicamente a los ovalados o lo que ha quedado de ellos y de otros acérrimos deportistas y además anda tirándose de clavado al Sena por no se qué promesa, busco otras opciones. Igual, después de tantos meses me daría cosa quedarme en corpiño adelante de él.
Visito a Joven Médico I que me pregunta acerca de mis males. Me agacho, me contorsiono y dejo que sus dedos marquen el lugar exacto de mi contractura. Apenas apoya dos pulgares abajo de los omóplatos.
-¿Duele?
-No, así tocando no. Ahora, si llego a inclinar el cuello y bajo del todo, me muero.
Joven Médico I garabatea una orden. Radiografía de columna y de tórax y me manda al lado, sin propósito claro, al consultorio de Joven Médico II (clínico).
Joven Médico II sigue misma rutina. Se para atrás mío, pregunta si duele y cree poco necesaria la radiografía de tórax pero igual dice que a fines de control está OK. Mi hipocondríaca está sentada también en el consultorio así que en realidad somos tres. Ella habla con Joven Médico II, está preocupada. Joven Médico II es tranquilizador y filero parece, o está hablando con Charlotte Histérica III y entonces ya somos un montón en el consultorio y todo es un gran quilombo. Salvo que Charlotte Histérica III no estaba ese día, se vio ampliamente opacada por Charlotte Hipocondríaca que hacía todas las preguntas e inclusive consultó sobre los mejores lugares para radiografiarse equismente.
Joven Médico II preguntó acerca de controles rutinarios y el uso de anticonceptivos. (?) Responsablemente Charlotte Hipocondríaca contestó que "orales, no porque aunque fume un cigarrillo por día no da después de los 35…".
Joven Médico II acotó que “lo que no da es fumar” y no supo recomendar lugar idóneo para radiografiar a usuarios Swiss Medical y optó por garabatear su celular sobre papel de receta y acotar.
-Mirá, en todo caso fijate en la cartilla cuáles son los lugares disponibles, me llamás y te digo. ¿Te parece?
Ahí nomás, agarré el papel, agradecí y me fui caminando despacio. Me acuerdo de repente de Luisa Albinoni y Hola mami y de la Brodsky diciendo "Maestro soy horrible". Las pelotudas a mí no me van. ¿De repente Charlotte Histérica III también habría venido a la consulta y yo no me había dado cuenta? A la tarde cafecito de por medio les consulto.
-Díganme si me comí cualquiera o qué pero a mí no me largaron el celular ni con Toti en terapia intensiva.

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Thursday, September 13, 2007

Definitely not from K-mart

Le cuento a Sr. Transferencia de mi inigualable memoria, de mi hiper registro de situaciones al detalle, de mis recuerdos intactos de imágenes, olores precisos, diálogos que puedo reproducir palabra a palabra de hace 25 años. En estas cuatro paredes todo funciona al revés, es algo parecido a haber cruzado el espejo de Alicia salvo que lejos de entrar al país de las maravillas entrás al país de las neurósis. Lo que para mí era un gran talento, resulta ser nada más que otra simpática arista de mis intentos controladores. Sr. Transferencia un poco como para bajarme, deja caer esta idea de que "existen innumerables patologías ya en el orden de las esquizofrenia que tienen que ver un poco con esto, si querés saber que no siempre se trata de algo deseable". Y casi como quien no quiere la cosa te tira un Rainman por ahí. Yo le sigo perfecto el sarcasmo y se exacto a dónde apunta.
-Qué hijo de puta, che. Tampoco te ando contando fosforitos volcados en la alfombra.
Yo que crecí con Flo al lado mío diciéndome que para ella la gran memoria era un aspecto de la inteligencia y "vos boluda, no se puede creer". Ja.
En estas cuatros paredes los personajes se agarran de detalles que para mí son intrascendentes, se alegran por mis angustias, encuentran talentos ocultos donde aparentemente no los hoy y descartan aquellos por los cuales yo me pillo de orgullo. Es todo muy raro. Y el conejo que anda con el reloj colgado del bolsillo se rige por horas de 50 minutos. Rarísimo. Definitely, definitely not from K-mart.

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Tuesday, September 11, 2007

Evidentemente



Sabía que estaba en algún lado, en el fondo de algún cajón, en alguna cajita olvidada: la foto que registrase mi desesperación y encule en ese preciso momento en mi cumpleaños número tres en el que llegaba el maldito payaso a arruinarme la vida. Y ahí estaba, clarísima entre otras en blanco y negro, cartas viejas y recortes de diario. Ahí estaba yo, perdida, diminuta entre la multitud de monstruitos aullantes tratando de escapar. Creo que en la mano tengo esas gomitas de pelo que hacían un ocho con el elástico y venían con dos pelotas de color en las puntas. Nunca aprendí a ponérmelas (una vez sí me tragué una). Lo hacía mamá y casi siempre me tiraba un poco del pelo. Qué cosa la colita tirante que te daba un leve look oriental porque te rasgaba los ojos hasta doler. Esos recuerdos y el dolor de que te desenreden con peine, ¡con peine! para sacarte los nudos. Sobre todo esos de la nuca. Mamá había probado un producto de Johnson & Johnson que se llamaba No more tangles. Un fiasco. Igual de mentiroso que el No más lágrimas del shampoo. Nadie se puso a pensar porqué está inserto en la gotita rosa, era por llanto que te agarraba cuando se pasaban de la frente y la espuma resbalaba despacio y se metía en los ojos. Casi tan odioso como que te metan un payaso en el cumpleaños.

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Sunday, September 09, 2007

Look my eyes are just holograms

El viernes salgo de la oficina apurada, el tapado ya no puesto por el calor ridículo que hacía, lo llevo cargado en un brazo. En el otro, la cartera, las llaves de la oficina en la mano y el celular agarrado como si fuese un marcapaso. Varias cuadras más tarde, llegando a mi reunión, me doy cuenta que vengo cargando la bolsa olorosa de la basura que suponía debía dejar en la entrada para que el portero se lleve. Me imagino entrando a la oficina del cliente disfrazada de Manliba. Fantaseo posibles explicaciones. La trato de meter en los amables containers callejeros que dejó Ibarra; esos que tienen una abertura suficiente como para pasar un sobre, apaisado, claro. De repente estaba pensando en buzones.
A la noche cuando llego a casa limpio mis anteojos nuevos con un Kleenex y me suelto el pelo. Tiro el Kleenex que usé para limpiarlos adentro de la cartera y el gancho de pelo en el inodoro. Me odio cuando hago estas cosas. Se me ocurre apretar el botón y dejarlo irse por las cañerías de la ciudad. Descarto la idea porque intuyo un mal mayor; inundaciones, cataratas fétidas que caen por mis escaleras. Me calzo guantes amarillos y arremeto con ojos cerrados. Madurita y todo nunca se me fue esa sensación de que algo va a salir del agujero y morderme la mano. Igualito a ese monstruo que estoy segura vive abajo de mi cama y que si no salto rápido arriba me va a agarrar un pie con una mano semihumana, peluda y vieja.
-A mí me da miedo lo sobrenatural, le digo a Sr. Transferencia que apenas atina a levantar una ceja como máxima expresión de asombro.
El sábado a la noche me entero de un enorme pecado de omisión.
-Bueno, lo vi en los medios. No sabíamos cómo te iba a caer.
Pesado, claro, como collar de melones. Concluyo que lo único positivo que tiene haber salido unas veces con un semi famoso es que los pecados de mi omisión de algunos tipos aparecen en las revistas del corazón y si vos te lo perdíste, siempre va a haber una amiga atenta que lo leyó. ¿Mi pelotudez? Ah, esa haría primera plana de algún pasquín barato de psicoanálisis, pero sin embargo, no aparece en ningún lado.
Es bueno arrancar la semana con anteojos nuevos.

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Thursday, September 06, 2007

Negro el 17 (*)

Cuando llegué a la esquina llegué apurada, como casi siempre llego a todos. Había dos o tres personas en la parada y adelante mío un morocho lindo de barba, ojos negros, pelo negro y una bolsa cruzada con varios libros adentro. Mientras esperábamos me encargué de chusmearlos. Me dejó subir. Le sonreí (así despacito, nada exagerada, sonrisa de labios apenas estirados y sin nada de dientes). Con dientes quedás desubicada, loca. Sacó el boleto el señor adelante mío, la señora con el ramo de flores gigante y los lazos que se me metían en la cara y había que espantarlos como a moscas, lo saqué yo y caminé hasta un asiento. Mientras el sacaba el suyo me miró. Yo diría que mantuvimos una conversación de ojos durante varios segundos, claramente una conversación más larga que lo apropiado. Caminó el pasillo despacio, mirando y se buscó un asiento en algún lugar atrás mío. No podia darme vuelta a verificar. El rato que tuve que quedarme quieta traté de acordarme de la cara, los ojos oscuros, el pelo negro, la barba prolija, las manos lindas y muy a mí pesar, los zapatos feos. Sólo una vez me dí vuelta disimuladamente para buscarlo. No estaba. Cuando llegué a Diagonal me paré y lo busqué por el fondo del colectivo. No lo encontré. Era imposible que se hubiese bajado, yo me estaba bajando a las dos paradas y nadie toma un colectivo por menos distancia que yo. Busqué mal. Estaba mucho más cerca mío de lo que pensaba, estaba ahí nomás, en el asiento justo al lado de la puerta. Me sobresalté. Creo que se dió cuenta y registró todas mi caras: preocupación, desilusión, sorpresa, vergüenza, alegría. Esta vez me miró serio, preocupado. Estaba claro que el fin de nuestra historia de amor era una cuestión de minutos, segundos. Yo también me di cuenta. ¿Qué se hace?
-Hola, soy Charlotte. Se que nos acabamos de enamorar locamente y considero que es fundamental que me llames asap porque tenemos que hacer algo al respecto. Esto no es calentura, nos enamoramos ¿no? Acá te dejo mi tarjeta.
-Hola, soy Charlotte. El tema es que si bien mi casa es tipo loft , es diminuta y no se si da que te mudes ahora. Tendríamos que fijarnos por Chacarita, todavía está más barato el metro ahí. Por casa está como a una luca quinientos, dólar eh.
-Hola, Soy Charlotte. Mirá, la reunión que tengo ahora dura máximo una hora. Si querés me esperás en el café de abajo. Y después nos podemos tomar el subte D a casa. Ay, no tengo nada en la heladeras para esta noche. Bueno, pedimos algo a Lindo Jardín. ¿Te gusta la china, no? ¿Vamos yendo?
No hice ninguna de las tres, claro. Me quedé así,quieta, muda. Ya se había sacado sus headphones, había apoyado un cuaderno que tenía en la falda y solo se dedicó a mirarme con esta cara de preocupado por lo que tardé en tocar el timbre y bajar los tres escalones y darme vuelta por una última vez. Casi diría que estaba triste. Y yo casi que también.
Ando con una clara sensación de que el amor de mi vida se me escapó en un colectivo camino a Avenida de Mayo. El miércoles que viene me voy a parar en la misma esquina para ver si aparece. No creo. De repente en su cuaderno anda escribiendo algo que arranca con "La chica del 17...".

(*) Tenía que ser de trenes, creo, pero desobedecí. Y loli me dijo que todo ok, que mande de bondis.

Wednesday, September 05, 2007

Yo ya sabía


Mamá se esmeraba en plagar mi biblioteca de libros de todo tipo. Cada una de sus idas “al centro” terminaban con una bolsita de plástico con 3 ó 4 libros de regalo. Una vez volvió con uno chiquito, de tapa dura, mitad A4 apaisado, rayado como uno de esos caramelos en forma de bastón medio picantones cuando los chupás. La hormiga de patas largas organizaba el cumpleaños con una torta enorme llena de merengue rosa escarchado y velitas. Me conocía las páginas de memoria, de algunas me sabía las oraciones enteras y los detalles de cada una de las ilustraciones. Hoy la llamé a mamá y le pregunté si todavía lo tenía.
-Are you out of your mind? We gave it away when you were probably 10. Like Dr Zeuss
Me enojé un poco. ¿Con qué autoridad regalaron mis libros?
-¿Y qué pasó con The Red Shoes?
Aparentemente lo mismo. Ese libro que me aterraba por las noches, el de la chica torturada con sus zapatillas de baile rojas que la obligaban a bailar todos los días y todas la noches hasta que la tortura fue tal que le terminó pidiendo a un leñador que le corte los pies. En la última página, la chica moribunda (¿Sin sus pies?) duerme en su cama en un cuarto oscuro. Solo hay una vela en la mesa de luz al lado y en el centro de su cuarto, bailando solas sobre la madera, las zapatillas rojas embrujadas. Un cuento horrible.
Amazon me dice que mi libro pequeñito de la hormiga wedding planner, Ant´s Birthday Party, cotiza unos ciento veinte dólares en su versión de tapa dura. No me había equivocado. A los 5 años yo sabía que tenía entre mis manos un tesoro diminuto.

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Monday, September 03, 2007

La noche que me chupé una casita



En primera de KLM te regalan una casita hecha de la típica cerámica de Delph por cada uno de los tramos. Ese año, nos hicieron milagrosamente un up grade y terminamos en los enormes asientos de cuero gris por las trece horas que dura el vuelo. Creo que le rompimos tanto las pelotas al azafato que nos dió una casita de más para callarnos. Por eso a la vuelta me volví con tres. Vienen con la chimenea lacrada o sellada con algo que parece cera y si les mirás la base están esmaltados en azul el logo de Ginebra BOLS y el de la aerolínea. Cuando las sacudís hacen un claro ruido a líquido. Nunca entendí si el propósito es chupárselas en vuelo o dejar la ginebra añejarse por los siglos de los siglos amen adentro de la cerámica. Claramente, como yo vuelo medicada, me tengo que abstener de la ingesta alcohólica en vuelo así que llegaron intactas a destino.
La cuestión es que una noche de esas que claman alguna bebida espirituosa porque sino, simplemente no son transitables, abrí la heladera y me enfrenté a la cruda realidad de la soltera que no está obligada a visitar el supermercado semanalmente. Medio limón con una colonia de hongos verdosos instalándose sobre la cáscara, un fondito de Coca Light en una botella acostada, cebollas en pleno crecimiento con largos tallos verdes que les salían de la cabeza como las germinaciones de cuarto grado, dos milanesas de soja congeladas y hielo como para retapizar la Antártida. Esa noche espié de reojo a las tres casitas sentadas sobre mi mueble casi como un pueblo fantasma. La decisión fue clara. Con un encendedor derretí la cera esa que tapaba la chimenea. Agarré el fondo de Coca Light, lo serví en un vaso con mucho hielo y me vacié la casita encima engañada que el trago podía resultar algo bastante parecido a un Cuba Libre, a un wiskola. No exactamente. Lo que quedó de ginebra me lo tomé directo de la chimenea, apoyando los labios en la punta y ejerciendo un poco de succión para que baje. Inconfesable.

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