Acabar
Estoy como para redactar un libro de autoayuda baratísimo y llenarme de plata, de esos que se venden por millar diario. "Time Management, 10 Tips to Success" por ejemplo o "7 Habits of Very Effective Procrastinators". Todo dentro de una metáfora puzzlera, así llevándola al límite.
Empieza tú día por lo más difícil. Las columnas y el alfombrado verde son una buena idea.
O bien mandar por lo opuesto.
No dejes lo peor para el final. Empieza por el manto de Napoleón y Josefina, tal vez el almohadón.
Yo claramente arranco por lo que más me divierte -satisfacción inmediata- y voy complicándome la vida hacia el final. Literalmente. Ejercito mi fustración en dosis pequeñas. Cada tanto tengo que introducir intervalos distractivos para sobrellevar la sensación de no colocar una sóla pieza en diez largos minutos. Apoyándolas de todos los ángulos posibles, presionando con la uña para que encajen, estoy tentada de agarrar una trincheta y recortarlas a mi conveniencia. No se puede. Sería traición. De chica una noche le saqué todos los stickers al cubo mágico para completarlo y poder caer al colegio a la mañana siguiente con el cubo armado. Cuando me preguntaban cómo lo había hecho aplicaba una frase que había esuchado por ahí de alguna talentosa niñita de kilt que circulaba por los pasillos de la benémerita institución con el cubete armado. Ellas lucían orgullosas todos esos lados parejitos; amarillo, verde, azul...
-Hacés la cara y después los 7 movimientos.
Después del guau ajeno me retiraba falsamente gloriosa de escena. No tenía la más puta idea en qué consitían los 7 movimientos. Sonaban casi como las instrucciones para llegar al Santo Grial. Sólo se que rotaban costado, abajo, track, costado abajo track y !oh sorpresa!, el cubo armado. Imposible. Puede que haya sido una leyenda urbana. Jamás lo pude hacer.
Durante la semana me llegaban mails desde el otro Palermo. Uno tenía como asunto: Nuevas del puzzle. Ayer puse 10 en un ratito nomás. No me pudo esperar, la última la puso ella. Acompañé telefónicamente, casi como un marido durante una cesárea. Era tarde y el otro Palermo parecía lejos, lejísimo.
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