Somos pocos

Me despierta por teléfono el domingo a la mañana. Es el momento en el que mi cama tiene una temperatura perfecta. Hay que entender una cosa: el edredón exige de un mínimo de ropa abajo así agarra rápidamente la temperatura del cuerpo y la mantiene con la precisión de un termostato hasta la mañana siguiente. Sabe que a esta hora puede esperar una de dos: la docilidad más absoluta o una loca en potencia. Se encuentra con la primera. Me plantea una teoría ridícula y sin fundamentos a la que en condiciones normales de CNPT me opondría. Con vehemencia me opondría. El lo sabe también. Sabe que soy brava, discutidora, que la peleo a veces hasta por deporte. Pero no lo hago. Le digo que sí, que puede ser, que puede que tenga razón.
-Uy, te corto porque estás tan mansita por el sueño que hasta la razón me estás dando.

Me calienta que no tengas frío

El paciente que sale los lunes antes que yo de lo de Sr. Transferencia es un tipo de unos 40, alto flaco y usa sobre todos en invierno. Se ve que es friolento. En los segundos que cruzamos miradas mientras me sostiene abierta la puerta del ascensor -o yo la de entrada- trato de imaginarme cuál es su rosca. Cada vez. Ya es casi como un deporte.
No me gustan los hombres friolentos, o digamos: no me gustan los hombres que sienten igual o más frío que yo. Eso no funciona. Me deserotiza. Me gusta pensar que eso de poder andar sin mega tapado o campera encima es síntoma de virilidad. La pavada más grande del milenio. Algo así como me calienta que no tengas frío. Eso. Pasa por ahí. Sos tan macho que no tenés frío, tanto que hasta te podés sacar el saco y pasármelo porque te la bancás en camisa. Así, macho como los de antes.
Hay veces que soy tan pero tan básica en mis gustos.

Papa don´t preach

Lo velorios son todos iguales. Empiezan callados y en susurros pero en algún momento todo se descontrola y se termina a los gritos hablando de cualquier cosa de no ser por alguna tía paqueta que shushea con gestito de bajen el volumen con los dedos.
Mi tío está muerto en un cuarto al lado y no a la vista de todo el mundo. Es sabido que la gente se impresiona con los muertos. Yo seguro, pero igual entro y veo. No es mismo señor al que le di fugazetta hace unas semanas. No lo reconozco. Cuando lo miro me imagino la cara de Toti ahí acostado pero no, está afuera, sentado como El Padrino en un sillón rodeado de un grupo de veteranos de rugby. Es raro verlo en el velorio de su ex cuñado. Algo como lo de Perón y Balbín me suena.
Un contemporáneo le charla. No se ven hace 30 años.
-Pero vos estás rozagante, Toti.
-Ay, si me seguís diciendo cosas lindas te voy a tener que dar un beso.
Prefiero este comportamiento a los chistes negros y las mil anécdotas poco apropiadas del muerto que tiró en fila non-stop desde que llegamos.
-Yo no voy a entrar a verlo, eh.
-No entres. No es obligatorio.
Hacía dos minutos me estaba dando cátedra acerca de la inevitabilidad de la muerte, el no somos nada, nos llega a todos y toda una linea discursiva en ese estilo pero después se impresiona.
-Te paro un taxi en la puerta.
-¿Y vos con quién te volvés?
-Con alguno de los chicos, relajá. Ojo con los escalones.
Y es un segundo que me lleva estirar la mano y parar un radiotaxi libre para oír su aterrizaje en la vereda y el intento fallido de atajarlo de dos medio scroun y un wing. El se hace la abuela y les habla como sin dientes.
-Taba com ganas de tidame un datito en la vededa.
-Ignórenlo. Finge. ¿te golpeaste algo? Taxi o FLENI?
-Taxi.

Timba a las 9 en casa. Los espero. G.

Si supiese timbear iría.
Entre mis capacidades no está ningún juego de cartas. Soy buena con el Pictionary por ejemplo, en el Trivial y apenas si te juego un partidito de truco decente si me esfuerzo un poco. Y más apenas aún, me puedo sentar en una mesa de Black Jack o Punto y Banca. Detesto perder a cualquiera de los dos. Y así no es divertido. En el Jodete me cuesta muchísimo joderme por ejemplo y puedo encontrar excusas para retirarme del juego porque se ve que soy un blanco fácil y percibo el complot del resto de la mesa. Todo un plan macabro.
La rapidez mental y el cálculo matemático no son lo mío. La libido en otra zona.

Sealed Lips

Protervo dice que una boquita como la mía, de Lady, no puede decir lo que dije en el post anterior. Mi amigo me censura.

Pussy Revamp

Le decimos que esto ya fue explicado en una reunión previa, tanto ya que hasta bauticé el síndrome. Concha ochentosa, así le puse.
Mira aterrada pensando cómo hará para deshacerse de su monte de Venus lookeado a lo Ornella Mutti.
-You have it done professionally. Simple.
-¿Pero qué pido?
-Nada. Que arreglen eso. Quiero deshacerme de mi concha ochentosa, eso les decís. Quiero dejar de ser una de las minitas de las películas de Olmedo y Porcel.
Sigue aterrada y pregunta dónde, cuánto y cómo. Las respuestas son sencillas. ¿Dónde? Si querés Demicenter, Mónica Brenta o tu depiladora amiga. Al lado de Santa Paula hay una. ¿Cuánto? Lo justo y necesario para un upgrade. La opción Mosquito Runway es válida pero para alguien que recién incurre en estos menesteres puede ser levemente traumático. La tranquilizo diciéndole que mi vida sexual se vio notablemente favorecida. Hace tiempo. ¿Cómo? Con dolor, un poco. Tolerable. Que los beneficios son enormes, que vale la pena, que hay un antes y un después, que así como desapareció el jean nevado se llevó de la mano a la concha ochentosa. Y se fueron juntos, con los colores flúo y el esmalte nacarado.
Para no volver.

Dinner con los Mac

La otra noche como con, llamémoslos los Mac. Son 4 hermanos, dos y dos. Los Mac son mi infancia, un poco mi adolescencia, otro poco familia. Tenemos como dos segundos para aclimatarnos y después es todo igual como hace 20 años, 30, como si nos hubiésemos visto antes de ayer. Como si yo sólo tuviese que subirme a mi bici, seguir por Rosales y pegar la vuelta, trepar las escaleritas, tocar el timbre, escuchar los ladridos de Jock (el cocker Spaniel neurótico) y esperar a que me abran.
-¿Puedo sacarlo a pasear?
En casa no había perro, no estaba permitido. Tortuga, gato, conejo, hámster, gusano de seda y Sea monkey sí. A eso estaba limitada mi licencia zoológica. Perro no. Your mother´s a cat person, your dad´s a dog person. That explains a lot of things maybe.
Enfrente a lo de los Mac, había una filita de árboles de mora que se convirtieron en el gourmet point para mis gusanos de seda, esos que había comprado en el mercado negro de la Benemérita Institución. El cartoncito en el que vinieron pegados los huevos secos de gusano fue abandonado en un cajón por meses. Un día lo abrí y ahí estaban las crías diminutas y famélicas. El árbol enfrente de los Mac pelado, yo desesperada. Los gusanos de seda no comen pasto, ni espinaca, ni lechuga ni rúcula. Hojas de mora. Nada más.
Pedaleaba hasta la casa todos los días hasta que salieron los primeros brotes (verde flúo pegaditos a las ramas peladas) que arranqué con cuidado y tiré adentro de la caja de zapatos con el cartoncito a mi primer lechigada de monstruos voraces. Y así todos los días hasta que iban poniéndose enormes, blancos y carnosos y por suerte se convertían en chizitos y después en polillas asquerosas a las que liberé a la buena de Dios porque les tenía miedo.
Creo que Jock se murió de viejo, los Mac se mudaron a unas cuadras y yo me fui definitivamente de Olivos para no volver. La otra noche comimos juntos, todos. Y nos acordamos. De todo.

The Way you Tease

La hormona te chifla. Bastante. Ando por la casa con guante naranja dando vuelta alfombras, pasando Blem naranja superficies modernas en el mármol azul de mi barra sobre la que armo los vodka tonics y algún multiuso a gatillo (apenas gotas) en una servilleta para sacarle las huellas digitales propias y ajenas a la pantalla de mi Mac. La fiesta de cualquier private eye. Oscilo entre unas ganas de bailar desatada un tema así bien cache tipo Shoviendo Estreshas de Cristian con mímicas y cara de mucha emoción, de esas que dan veguencita ajena. O un unipersonal en mi living de alguna versión de Tainted Love tipo Pussy Cat Dolls (pero buena) con movimiento de cadera en I toss and turn, I can't sleep at night.
Y lapdance ponele.

Reflexiones profundas

Yo no soy muy del mal lenguaje escrito, ni del oral tampoco. Soy un poco anticuada en eso y hasta diría que me molesta cuando Lanata dice boludo, carajo y mierda en la tele. Mirta también.
Cada tanto me gusta la puteada bien puesta, con onda, así como para que sorprenda dicha de mis labios.
Hace unos días que me ronda la siguiente reflexión (porque en algún momento una se tiene que dar cuenta) y no puedo parafrasearla en su versión apta para todo público:

Es al pedo empujar cuando la poronga es corta.

Eso. Hay que dejar que insistir con ciertas cosas. Entenderlo.
Y ya.

Flashback

Me gusta esta foto. La posición. Esa misma en la que me pongo cuando tengo frío o salgo del mar. Me gusta la luz, los barrotes del balcón del cuarto al lado de mi cuarto que daba al jardín y bien, bien al fondo las vías del tren. El tren que pasaba haciendo un ruido tremendo y la gente que vive en Olivos que naturalmente se calla y recién retoma la charla cuando pasó. O directamente te dice al teléfono “esperá que está pasando el tren”.
Y todo se interrumpe.
Me gusta la colita de caballo diminuta y la cara de curiosidad y la Express que tengo en la mano y que mamá se haya tomado el trabajo de tomar la foto “porque siempre te tirabas así a mirar el jardín”. Me gustan las manchas de vieja que tiene la foto y saber qué estaba haciendo un día de febrero de 1973.
Sólo me intriga saber en lo que estaba pensando.

Birthday Guy

Toti llega caminando despacito con su bastón que revolea por ahí y una botella de champagne en la mano. (No pierde mañas). Le cuento que alguien que quiero mucho nos hizo un regalo y le muestro la botella y abro el tinto. Es Merlot Malbec, le digo. Se lo sirvo, lo huele y pone caras de “qué maravilla”. Lo toma despacio. Es su cumpleaños.
Lo siento en un sillón y le acerco un plato. Se vuelve loco con los langostinos que le preparo, bastante picantones como unos que hace Camote en Dominga. Le pongo un poco de Bossa Nova nada nova sino más bien de la bien vieja y alguna otra cosa que sé que le gusta. Lo hago comer sentado en el sillón al pobre, pero supongo que va estar más cómodo que en las banquetas.
Cada tanto baja el tenedor, se toma un sorbo de vino y me mira.
-Que bien la estoy pasando contigo.
Toti dice “contigo” y le queda bien. Creo que lo sacó de mi abuelo Tito, que te hablaba de ti y de tu y de contigo. Es un contigo dulce que seguramente extrañe cuando nadie me lo diga. Lo veo sentado en el sillón y está tan contento con su copa, sus langostinos, la música. Me pide que le conteste mensajes de Facebook que le dejaron por su cumpleaños. Uno dice algo así como “lamento no pasar más tiempo contigo y haberme perdido tu casamiento, ahijada. El próximo casamiento será el mío; con una oveja vieja que tiene un vecino”. Lo juro. A veces lo detesto y lo mataría y me parece el hombre más egoísta del planeta, otras noches como esta me hace reír y lo quiero. Creo que es así la cosa.
Hace unos comentarios del vino y lo emocionan los langostinos “porque los hiciste vos”, también le gusta el libro de los diarios de filmación de Herzog que le regalo y escuchar a Susan Boyle que dice que le humedece los ojos cuando canta. Somos parecidos se ve. Este tipo llora por cualquier cosa. El gen.
Le pido un taxi y le digo que me avise cuando llegue. Ahora las cosas son al revés. Se va contento. Le gustó su cumpleaños 77.

Family Ties

Un tío que es más bien tío porque es padre de mis primos se va apagando en la cama de una clínica. Voy a verlo, más bien porque mi tía (su ex mujer) está con una pierna rota en la habitación casi contigua porque se accidentó el remis en el que iba cuando se volvía a su casa después de cuidarlo durante el día. Si una lo pusiese en una película, la acusarían de exceso de drama, de la mina exageró un poquito y se fue a la mierda con el guión.
Voy de un cuarto al otro y los entretengo.
Mi tío que no es tan tío me agarra la mano fuerte y me sorprendo un poco cuando dice que soy su sobrina preferida. No nos vimos en más de 10 años.
-¿Tenés otras?
Se ríe.
-Pelotudeces no, eh.
La chica con la comida apoya la bandeja. Dada las circunstancias parece que quedo a cargo. Cuando destapo me encuentro con una fugazzetta. Le cuento mi sorpresa pero es tan paquete que se hace el que no entiende.
-¿Fugazzetta?
-Sí, pizza con muzarella y cebolla.
Pienso que es un menú raro para un moribundo. Le corto pedacitos con más queso que masa para que no se llene tan rápido. Está contento. Mira venir el tenedor, abre la boca, la cierra sin que se le caiga nada, mastica y traga, todo a una velocidad glaciar. Conozco poco a este señor y sin embargo estoy de lo más contenta con cada bocado que entra, con una satisfacción casi maternal y al mismo tiempo me pregunto si todo tiene sentido. Se frena a la mitad del círculo. Todos los bordes quedan afuera. Está bien., comió el queso.
-¿Querés 7UP?
Asiente y cuando le acerco el vasito de telgopor me agarra la mano de nuevo.
Paso a la gelatina. Es más fácil.
-Es casi como agua la gelatina.
Hago charla insignificante. Podría agregar que es buena para el pelo y las uñas.
-¿Te acordás que de chiquita yo hacía la publicidad de Royal?
-Con Toti.
-Claro.
No sé si esto le quita mérito a mi breve carrera de actuación pero supongo que sí y me río yo también. Me agarra la mano de nuevo. Soy la hija del hermano de su ex mujer. No sé si somos familia. Hasta lo dejo que se la acerque y me de un beso.
Aunque puede que sí, que seamos un poco.

Corte y Confección

Podría llamarse.
O "no das puntada sin hilo".
O por qué no mejor "La costurerita que dio aquel mal paso".
Guatever.

Can´t Touch This

Estaba el tachero ese que bajó a la mejicana (con una año de residencia en nuestro país) por miedo a contagiarse la porcina con el acento nomás. Ahora también hay de los otros. Los que me dicen que les tiro la monedita sobre la mano como una asquerosa (cosa que jamás porque es sabido que soy amiga de los tacheros locales e importados, aquí y en el extranjero).
Hay que aclarar los términos. Las monedas se pasan de mano en mano con un gesto casi universal. Uno hace canastita, el otro deposita. Cuando yo las recibo hago exactamente eso. Canastita, papi, vos dejalas caer.
No me va, pero no me definitivamente no me va, la de los deditos que se tocan innecesariamente entre extraños que no se desean.