Papa don´t preach

Lo velorios son todos iguales. Empiezan callados y en susurros pero en algún momento todo se descontrola y se termina a los gritos hablando de cualquier cosa de no ser por alguna tía paqueta que shushea con gestito de bajen el volumen con los dedos.
Mi tío está muerto en un cuarto al lado y no a la vista de todo el mundo. Es sabido que la gente se impresiona con los muertos. Yo seguro, pero igual entro y veo. No es mismo señor al que le di fugazetta hace unas semanas. No lo reconozco. Cuando lo miro me imagino la cara de Toti ahí acostado pero no, está afuera, sentado como El Padrino en un sillón rodeado de un grupo de veteranos de rugby. Es raro verlo en el velorio de su ex cuñado. Algo como lo de Perón y Balbín me suena.
Un contemporáneo le charla. No se ven hace 30 años.
-Pero vos estás rozagante, Toti.
-Ay, si me seguís diciendo cosas lindas te voy a tener que dar un beso.
Prefiero este comportamiento a los chistes negros y las mil anécdotas poco apropiadas del muerto que tiró en fila non-stop desde que llegamos.
-Yo no voy a entrar a verlo, eh.
-No entres. No es obligatorio.
Hacía dos minutos me estaba dando cátedra acerca de la inevitabilidad de la muerte, el no somos nada, nos llega a todos y toda una linea discursiva en ese estilo pero después se impresiona.
-Te paro un taxi en la puerta.
-¿Y vos con quién te volvés?
-Con alguno de los chicos, relajá. Ojo con los escalones.
Y es un segundo que me lleva estirar la mano y parar un radiotaxi libre para oír su aterrizaje en la vereda y el intento fallido de atajarlo de dos medio scroun y un wing. El se hace la abuela y les habla como sin dientes.
-Taba com ganas de tidame un datito en la vededa.
-Ignórenlo. Finge. ¿te golpeaste algo? Taxi o FLENI?
-Taxi.