Pibes y coqueterías
-No está Dimi. Están Joaquín, Pablo y ... (otro nombre que no recuerdo).
Me gustó Joaquín. Todos deben cortar más o menos parecido, pensé. Mientras no salga como una de las pendejitas rolinga neo fashion tiradas ahí tomando Campari en uno de los sillones, va a estar todo bien.
El que lava el pelo practica el sadomasoquismo. Me lavó casi clavando las uñas al cuero cabelludo, omitió cualquier franela ad hoc que siempre estaba garantizada y dejó que la espuma resbale impunemente hasta la mitad de mi frente. Ese es un gran error para cualquier lavador y él debería saberlo. La espuma debe restringirse a la cabez, justo al límite donde termina el crecimiento del pelo y jamás cruzar fronteras (que incluyen cuello y oídos). Realizó todos los comentarios acerca de lo finito de mi pelo, las puntas florecidas y “puede ponerte Kerastasse para puntas maltratadas” y pelo de mierda agregaría felíz el muy hijo de puta pero se contuvo y yo contuve un upper cup cuando me levanté de sillón.
Joaquín fue eficiente, conversador y suave en el trato. A él sí le gusto mi pelo y lo cortó con cuidado "manteniendo el largo, obvio" pero se entusismó un poco con el flequillo. Sé que va a llevar unas semanas de ajuste y percibo que va a ser un item de mantenimiento alto. Ayer las chicas comentaban de la esclavitud de la belleza: cejas, depilación, uñas, cortes de pelo, color…
-Boluda, cargo con otras tantas esclavitudes que no elijo y que no me hacen sentir nada bien al final de día que estas te las re remo.
Y así pienso, porque me gusta mirarme en el espejo y ver las cosas en orden y mirar mis manos que corren ineficientemente sobre el teclado y reconocer uñas cuidadas, que me toquen y estar suavecita y encremada. Qué se yo, soy una coqueta de mierda!