Tuesday, January 31, 2006

Born in Tilingoland

No es la primera vez que me pasa. De hecho, me pasó tres veces en estas últimas semanas. La del domingo fue muy graciosa y la pregunta vino directamente así:
"Y vos Charlotte, de dónde sos?".
Algo me hizo pensar que Olivos, Palermo no eran la respuesta que esperaba este muchacho. En su cara y su forma intrigada de preguntar había otra sospecha. Después me lo confirmó.
"Juraba que eras extranjera... Finlandia habíamos pensado".
Otra vez me dijeron que hablaba "pelusa". Es verdad, hay que admitirlo, no digo "Mansisha" ni "te shamo". Y hoy, un mozo en el lugar donde a veces desayuno: "De dónde es la señorita?". "Venezuela?" arriesgó.
Siempre me llamó la atención el poco registro que uno puede tener de su forma de hablar. Aunque esuchase todo grabado, no hay posibilidad de distanciarme tanto y detenerme en los tonos, las pronunciaciones, los giros de mi forma de hablar. Y eso que me considero una excelente imitadora de los otros. Podría imitarme?
Me reí y ahora que lo pienso: Será que la tilinguería puede confundirse con una nacionalidad?

Saturday, January 28, 2006

Y me llama desde New York para informarme



Me dice: Nena, el domingo es Chinese New Year. Arranca el año del perro. Vos sos del setenta como yo. Es nuestro año. Tenés que limpiar la casa, tirar lo viejo, no bañarte el domingo (esta no me gustó), pagá tus deudas y regalá plata en sobrecitos rojos.
Explicame el temita del baño y lo de los sobres. A quién le doy guita? pregunto.
Vas a lavar tus fortunas y tus roquezas si te bañás. La plata, la envolvés y le dás al portero por ejemplo.
Ok. hablemos el domingo para ver si cumplimos. De repente me doy una vuelta por el Chinatown de Arribeños... Chau.

It's the Year of the Dog, He Said

Did you know it’s Chinese New Year tomorrow?
I got the news from overseas.
It’s the year of the Dog, he said.
Nineteen seventy.
We are dogs, you and I.
They say good things are in store,
Fortune, love, what you dream of
And maybe, even more.

Empty your drawers,
Clean your closets,
Free old lovers,
Pay your debts.
Bury the Rooster, if you may.
Look back with no regrets.

Will you come with me on Sunday’s eve?
And watch the twisted dragon dance?
Will you take my dollar bills?
Wrapped in paper, gold and red?
For good fortune,
That’s what they say.

I have never been one to believe such things.
Still, I will watch a twisted dragon dance,
Quietly, by myself.
Its colors glistening under the New Year’s full moon.
I will watch a twisted dragon dance,
From a distance,
As in a trance.

Friday, January 27, 2006

Pitolo

Parece que siempre hablé mucho y desde muy chiquita. Dice mamá que casi no tuve media lengua. No me sorprende. No me la veo con mucha paciencia con alguien que dice “mema”, “tutú” y “noni” en vez de mamadera, auto y sueño. De hecho, largué el chupete a los seis meses. Así como así, un buen día lo escupí y si te he visto no me acuerdo. La cuestión es que un día volví del jardín (me llevaron a los 2 años) totalmente entusiasmada con la aparición de un nuevo compañerito al que quería invitar a casa a jugar con urgencia. No hacía otra cosa que hablar de él. Como hija única que era, mamá debe haber pensado que esto era bastante saludable, sobre todo tratándose de un varón y por supuesto accedió en seguida. Cuando me preguntó el nombre para hacer los arreglos pertinentes con la otra madre del jardín yo respondí : “Pitolo, se llama Pitolo”.
No tengo recuerdo de la cara que puso mi madre en ese momento, pero conozco el relato del resto de cuento. Mamá fue al Doll’s House, mi jardín y le preguntó a Miss Susan acerca de este tal “Pitolo”. Tal como ella sospechaba, no existía ningún chico con ese nombre o apodo.
Cómo me enfrentó con mi fantasía, no lo sé. Lo único que recuerdo es que se me permitió hablar de Pitolo libremente, invitarlo a jugar, hablar con él y hasta a veces dibujarlo con un dedo en el vidrio empañado del cuartito que daba al jardín en Olivos.
Supongo que en ese tiempo nadie se detuvo a analizar la elección del nombre de mi amigo invisible y se ve que nos dejaron un rato hasta que Pitolo se fue y nunca más volvió. O habría llegado la primavera y las ventanas ya no se empañaron más.

Thursday, January 26, 2006

Solo somos buenos vecinos

Vino a comer y decidí hacer mejicana o una cruza entre lo que tenía en casa y mis ganas. Prepare un guacamole decente, un pollo marinado; tenía limas y mi Mongolian Fire Oil y esas Rapiditas de Bimbo que te salvan de todo. Abrí un Chenin, mi último y rarísimo vicio y esperé a que llegue. No tardó muchos minutos más que lo acordado, las 9. Es un tipo simple, sin demasiada rosca, al menos conmigo. Nos hicimos muy amigos cuando el vivía en edificio, en uno de los departamentos de abajo, los que dan a la pileta. Justamente fue en la pileta que empezamos a charlar, cuando me enteré que hacía cine, que había tenido una novia hacía poco tiempo y que pensaba en pasarse a la publicidad, al menos por un tiempo.
Durante los dos años que fuimos vecinos, comíamos juntos algunas noches, nos encontrábamos por el barrio y nos tomábamos cervezas al borde del agua, cosa que está prohibida por el consorcio.
Hace cosa de un mes nos mandamos unos mails, me lo crucé algunas veces en el messenger y quedamos en vernos, en que se vendría a casa a comer y porqué no, veríamos “qué onda”. Estábamos así como entusiasmados con la idea.
Siempre pensé que era un bonbonazo y eso que nunca me gustaron los rubios pero tiene esos pelos perfectos con un millón de rubios distintos que solo existen en la naturaleza en poquísimas excepciones o bien en la peluquería de Madonna, cinco lucas más tarde. Usa unos jeans grandes, de los que dejan asomar un poco de calzoncillos y otro poco de abdominales, siempre unos boxers impecables y unas remeras que le hacen unas espaldas bastante perfectas. Sumado a todo eso, unos ojos verdes (de los que tampoco soy fan) pero que son muy lindos. Cuando nos abrazábamos siempre el abrazo duraba unos segundos más que lo indicado y los besos en los cachetes se corrían unos centímetros. Sin embargo, nunca nada.
Comimos las fajitas, tomamos el vino, escuchamos buena música, bajamos otra tanta en una especie de Live By Request en el que él tiraba una película ochentosa y yo bajaba. - --0 - Breakfast Club!
- Hmm! Simple Minds, Don’t you forget about me.
- Pretty in Pink. Psychedellic furs!
- Secret admirer, la de Tomhas Howell.
- Leonard Cohen, Everybody…algo.
Y nos miramos de sillón a sillón preguntando qué había sido esa rara sensación que nos había atacado hacía unas semanas, esa sensación de que íbamos a tirarnos el uno encima del otro ni bien cruzase la puerta de casa y coger desenfrenadamente. Nos reímos un rato y no encontramos la respuesta. Había algo ahí pero nunca supimos bien qué. Estaba cansada, eso es cierto, pero nunca fue un impedimento para mí arrancar una noche de un poco de rock, sin embargo el martes me parecía todo como mucho laburo- besar, abrazar, tocar, moverse, chupar…
Muy por el contrario, serví lo ultimo que quedaba del vino, me prendí un cigarillo, lo fumé callada y al rato le abrí la puerta, nos abrazamos un poco más de lo que el protocolo indica, quedamos en que tenía que conocer su nueva casa y se fue.

Monday, January 23, 2006

Anotaciones varias



En una época se me dio por llevar un estricto control de los acontecimientos de mi vida sin importar cuán banales y entonces hacía anotaciones en la agenda del tipo: Comida con las chicas/ Dominga o bien, DVD en lo del Tano. Me había pasado ya, en varias ocasiones, que hacía esfuerzos por recordar lo que había hecho tal o cual día de una semana y no había manera de acordarme. Estos baches me llegaron a estresar un poco así que no me quedó otra que desarrollar el mecanismo. Justamente yo, la que siempre se había jactado de ser Funesita la memoriosa.
A esto se sumaba que fui y soy hipondríaca y entonces también arranqué bien temprano con la costumbre de anotar cada ciclo menstrual, con día de inicio, duración y días de ovulación resaltados para mostrarle al Dr. Moreno y confirmar que todo andase sobre ruedas.
Finalmente, en un salto delirante me vi manteniendo un registro de los días en los que tenía encuentros sexuales. Como no podía anotar así “cogí” literalmente en la agenda, tuve que afilar un poco el método. Entonces surgió este icono de mi propio diseño que se ubicaba a pie de página. Era básicamente una copita como de Martini, con un palito que sostenía una aceituna y un número que identificaba el número de encuentro del año o el número de encuentro con la persona, esa parte no me la acuerdo bien. Como mi agenda está siempre llena de anotaciones y garabatos varios, las copitas de Martini bien pueden confundirse con el resto de las cosas que pululan por la página y lo mismo el número. De hecho, mis clases siempre tenían el nombre del alumno y el número de clase dada, al lado. Esto me permitía tener un registro bastante exhaustivo de lo que iba a cobrar a fin de mes, de las noches de lujuria y las personas que me habían acompañado. En ese tiempo trabajaba en un instituto de inglés y una de las secretarias cuarentonas, Alicia- a la que yo apodaba Malicia- al ver mi cara de cansada tenía la costumbre de preguntarme: "Y, nena. Anotaste en la agenda?".
Los nombres iban con siglas, cosa que me trajo algunos problemas con los años porque ahora que veo, revisando viejas agendas, hay siglas que se corresponden más con centrales de inteligencia soviéticas o yacimientos petrolíferos fiscales que con personas y no logro identificar los nombres de los personajes que hay detrás. Y no es porque hayan sido tantos.
Esta pequeña neurosis la debo haber adoptado allá por 1992 y después se volvió uno de esos hábitos difíciles de cortar, tan difícil que debo confesar, se continua hasta la fecha.

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Dholo Ordena

Charlotte obedece...
5 cosas sobre mí que no puedo evitar

1. Sacarme los zapatos y la parte de abajo de la ropa (pantalón, pollera) ni bien cruzo la puerta de mi casa y revolearlos por ahí. No los levanto hasta un par de horas después. Si entro acompañada solo me saco los zapatos.

2. Llenar el vaso de hielo antes de servirme la Coca light y después mascar los hielos que quedan haciendo mucho ruido. Amo comer hielo. Si voy a esas casas con heladeras que tienen un dispenser de hielo picado me puedo llenar un vaso y masticar por un rato largo.

3. Ponerme Dermaglós en la cara varias veces al día y frente a cualquiera y en cualquier situación- reunión laboral, subte, casamiento, entierro. Es una adicción severa que traigo desde los 10 ó 12 años. Desde mis mochilas del colegio hasta mis carterashoy en día, todas siempre cargaron un pote de Dermaglós crema. He visto la evolución del logo de la empresa y varios cambios de packaging. Si salgo a la calle y no la tengo, indefectiblemente la necesito y entonces corro a una farmacia a comprarla. Acumulo los potes en mi cuarto y siempre hay varios en uso y circulación.

4. Doblar las páginas de los libros para marcar por dónde voy. Se que es una costumbre horrible y nunca lo hago con los prestados pero siempre, siempre detesté los señaladores. Cuando los libros no son míos uso una foto, un recibo de Banelco y aveces el subtepass.

5. Sufrir de niveles intolerables de vergüenza ajena ante la presencia de actores ambulantes o performers del estilo y pánico declarado frente a mimos y payasos.

Sunday, January 22, 2006

El último dandy

Chelo nos cita en su casa. Chelo es el último dandy- de los pocos tipos en Buenos Aires a los que podés llamar con dos horas de preaviso y pedirle que te acompañe a una fiesta de smoking. Sólo tiene que hacer dos movidas: sacar su smoking del enorme walk-in closet y buscar los gemelos.
Nos recibe en su casa y nos ofrece algo para tomar. Siempre hay de todo, desde cerveza japonesa hasta sidra en mini botella. Nos muestra su última adquisición: un poncho del norte de más de 150 años que perteneció a algún cacique. En las parédes hay pintores argentinos y uruguayos, lo que parece ser una carbonilla de una de las bailarinas de Degas (no me atrevo a preguntar si es auténtica, temo pecar de rubia) y en el pasillo un poster orignal de Blow Up de Antonioni.
Chelo nos sube a su auto y nos lleva a comer. Elige Miramar, un bodegón el San Juan y Sarandí donde pedimos una tortilla de papas bien babé con chorizo colorado, una centolla y unas sardinas grillé. Chelo casi muere de un infarto cuando ve la mayonesa que decoraba el plato de centolla, en su universo esas cosas no pueden suceder. Antes de pedir el vino nos consulta, aún sabiendo que nadie puede elegir un vino como el. Decirle "cualquiera, me da lo mismo..." es la mayor ofensa. Con esa frase puede llegar a levantarse. Escuchamos sus opciones de Finca La Linda y optamos por un blanco que nos sirve con cuidado en copas que hace pedir especialmente. Las del lugar son petisas y de vidrio grueso. Chelo puede manejarse sin problemas con las bandejas de aluminio, los saleros y escarbadientes, las paneras de plástico y las botellas en la mesa, pero simplemente necesita unas buenas copas.
Rematamos todo con un budín de pan y un café intomable; esos cafés que son malos a propósito y con ganas, solo para que las sobremesas no se extiendan demasiado.
Saliendo del lugar va preparando su habano. Cuando llegamos al Faena, corta la punta con cuidado y se lo mete en la boca. Cada tanto lo saca y juega con el un poco usando tres dedos. Mi anisedad no lo resíste. "Y, nene...no lo prendees? Qué onda?". Tenemos solo unos quince minutos hasta que arranque el show y parece que un cubano se merece mucho más tiempo que eso.

Wednesday, January 18, 2006

Viejos hábitos que no hacen a una monja

Retomando el viejo hábito de tejer. Hay algo adictivo en la repetición intuitiva del movimiento, en cómo los dedos de la mano derecha se mueven ágiles haciendo la lazada, en el ruido que hacen las agujas de metal cuando se tocan en cada punto y sobre todo en bajar la vista por momentos y ver como punto tras punto, se acumulan las filas sobre mis piernas.
Si me distraigo, y me pasa seguido, se puede escapar algún punto. No hay situación más desagradable para el tejedor amateur. Deshacer lo tejido es traumático, difícil y frustrante- casi intolerable para mi impaciencia. Es todo un ejercicio de corte zen. Pienso si los monjes himalayos no practicarán el arte del tejido. Es un estrés inicial de movimientos falsos y controlados que de repente se torna tan sencillo como andar en bicicleta. Se deja de pensar en el tejido y la mente elije el rumbo y se va.
Diálogos internos conmigo misma. Qué bueno estuvo el almuerzo con él el otro día, es buena persona, tengo que pasar por el laverap, si no me llama el cliente la semana que viene lo llamo yo, falta detergente en casa y papel higiénico, leves ganas de coger, viernes peluquería, no, mejor martes, viernes mucha gente, aunque es enero… Y de repente, zambullirse en una pileta profundísima y dejar de escuchar los diálogos intrascendentes conmigo misma y encontrar un silencio e ideas y pensamientos y olvidarme de la velocidad que tomaron las agujas y avanzar y avanzar.
Y a veces bajar la mirada y ver que 4 filas atrás dejé un flor de agujero. Estirando la metáfora al ridículo, como la vida misma, hay cosas que son irreversibles o yo soy muy pajera para ir atrás y deshacer. Luciré mi chismosita (la de la foto, así la nombró el Tano) con agujero. Seguramente en ese momento había sacado una conclusión importante con respecto a mi vida. Honraremos ese agujero. Se lo merece.

Monday, January 16, 2006

Redecoración

Cuando se fue de casa, fue más que todo un gran alivio. La dinámica de tres es complicada. Más vale sola y creerme que podía manejarlo todo yo. Solas las dos. Eso era algo que podía controlar.
Cuando se fue, no se llevó mucho. Una valija Samsonite amarilla con alguna ropa, una maqueta que tenía de una antigua fragata (que había pagado una millonada), una cajita de cuero con un león de plata que se ganó en el festival de Cannes, el ratón Mickey en sus varias versiones, la vieja Underwood de abuelo Tito y unas máscaras africanas que habíamos comprado en un viaje.
En casa había un cuarto azul en el que nadie dormía y donde se guardaba todo lo que no tenía otro lugar destinado. Ropa de otras temporadas, el costurero, libros, una moviola vieja. Se ve que alguna vez se cosió algo ahí y con los años pasó a llamarse el "cuarto de costura", aunque nunca más nadie entró ni siquiera con un botón. Ahí, el tenía su mueble; era antiguo de buena madera y una tapa pesada de mármol. Ahí apoyaba su colección de perfumes. Un año se volcó un Paco Rabanne y se ve que el mármol abosorbió todo el perfume y quedó impregnado. Mucho tiempo después que se fuera, me encontré con la naríz pegada al frío blanco y gris. Así huele mi padre, pensé y si me olvido puedo venir a apoyar la naríz acá.
Cuando me mudé me lo traje. Asumí que era parte de mi escasa e improbable herencia. Yo lo puse arriba en mi cuarto y le apoyé mis perfumes y una tele y chucherías.
Ahora tengo un mueble nuevo y este viejo parte en unas semanas. Este mueble se lleva buenas historias.

Sunday, January 15, 2006

Primero de seis



Ayer caminamos por San Telmo, entre las ferias y las callecitas. Cargamos un espejo de marco dorado, unas polleras, unos cuadritos, un florero. Entre los pasillos encontré platos de juegos viejos.
Quiero para mi casa seis platos antiguos, todos absolutamente distinos y quiero que el primero sea un clásico Blue Willow. Mientras los miraba me acordé de la historia y después la confirmé con mamá y la web, obvio. Cuando era muy chiquita ella me acercaba al enorme fuentón y con un dedo iba siguiendo el dibujo mientras me la contaba.
Hong Shee, la hija de un mandarin muy rico se enamora de Chang, el asistente de su padre. El hombre por supuesto desaprueba el romance y confina a su hija a vivir en la enorme casa rodeada de árboles y promete su mano a un rico virrey (Ta- jin). La boda queda fijada para la primavera, cuando floreciese el durazno. Desde su cuarto, Hong Shee mira con temor los primeros brotes del árbol. Flotando por el río Yangtse Kiang le llega una carta de Chang y después de idas y venidas los jóvenes amantes se escapan en un pequeño bote con la ayuda de una fiel sirvienta. Cruzan ese puente que aparece en el dibujo y navegan el río juntos.
En la versión de mi madre, una tormenta hace zozobrar el barco y los amantes mueren ahogados. En esta otra que encontré hoy, construyen otra casa en la isla que también aparece en el plato, hasta que son descubiertos por el rico virrey que hiere de muerte a Chang. Hong Shee, viendo a su amado muerto, prende fuego la casa y muere entre las llamas.
Todas las versiones terminan igual. Los dioses misericordiosos inmortalizan a los amantes en las dos palomas que vuelan en el centro del cuadro.
Quiero que mi primer plato sea un clásico. Quiero que mi primer plato sea azul y blanco. Quiero que mi primer plato sea éste.

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Friday, January 13, 2006

Countable, uncountable

Duración de la película con muchos japoneses: 2 horas.
Lágrimas que se me cayeron haciendo honor a la patética sensiblería que me caracteriza en las historias de amor: varias.
Curiosos que pensaron en apersonarse en bizarro show de Cabaret: más de 20.
Burbujas en una copa de champagne: muchísimas y muy chicas- como corresponde.
Minutos que tardan las burbujas en reventar en mi cabeza y hacerme reír fuerte: 10.
Gotas que cayeron en Buenos Aires a las 2 de la mañana: las suficientes como para tapar el parabrisas.
Pochoclos que encuentro se cayeron entre mis tetas durante la función: 3.
Tetas: 2.

Wednesday, January 11, 2006

This city never sleeps

Nuevo alumno mañana a la mañana, 10am en casa. Excepciones de un verano tranquilo y de un lindo nombre y una voz prometedora en el teléfono.
Sufro de un repentino ataque de orden y limpieza compulsivo. Guantes amarillos, gancho en el pelo, musculosa que me achicaron los degenerados del laverap de enfrente y quedó tamaño Barbie, CIF crema y gatillo cargado de líquido antibacterial (sí, ese que mata el 99% de todas las bacterias conocidas). Limewire bajando música y suena Roxy Music & Brian Ferry en el fondo. Slave to love. La voz de Brian Ferry me calienta. Limpio y bailo con los guantes puestos. El secador de pisos también puede ser un buen micrófono. Me acuerdo de la muy mala 9 semanas y 1/2. Me acuerdo del tema de Eurythmics. Lo bajo. This city never sleeps se llama. La ciudad no duerme ni yo tampoco, limpio.

Tuesday, January 10, 2006

Lectura

Dolores intensos abajo del ombligo que se van con 400mg de Ibuprofeno en cualquiera de sus versiones, conciencia de tetas desubicadas que de repente se ubican incómodamente en un 95 por unos días para retomar dimensiones normales y sorprendentemente, cero angustia de pecho y muy pocas ganas de andar llorisqueando por ahí.
Siempre pienso en este raro pasatiempo femenino de andar leyendo el cuerpo.

Monday, January 09, 2006

Y no porque seas mi hija

Le paso a mamá lo que escribí ayer acerca de la pintura de uñas y mi abuela. La respuesta fue:
“Me encantó, y no porque seas mi hija, it's full of feeling, but it doesn't boil over. Love and thank you, Ma”.

La sensación siempre fue que no me quería por el mero y simplísimo hecho e haber estado en su panza por unos largos nueve meses ni porque fuera sangre de su sangre ni todo eso. Un poco le debe haber sido impuesto por la biología, otro poco por el instinto, por la presión social al menos, pero tengo la sensación de que me llegó a querer simplemente porque me debo haber tornado (a edad temprana, por suerte) en un ser humano querible y respetable.
El proceso debe haber sido una suerte de conquista mutua, de madre a hija, de hija a madre, donde cada una fue dando pasos chiquitos para la aprobación y afecto de la otra. Siempre la sensación de que mi dibujo era extraordinario porque era extraordinario, no porque mis padres que me querían tanto habían perdido total registro de lo bueno y lo malo.
Nunca tuve dudas de su afecto pero siempre fue sin todo ese tango de la maternidad que por mi parte, quiero y se que voy a sentir a full. Esa cosa de tetas enormes y rebalsantes, panza gigante, bebes dormilones sobre pechos desnudos, olerles la cabeza, todas esas cosas que a ella la dejan un poco perpleja pero que sin embargo debo haber sacado de algún lado. Siempre supuse que si algún día yo cometía un crimen realmente terrible, ella sería la primera en denunciarme con todo el dolor de su alma, pero creyendo que con eso me estaría dando la última y única lección. No se si esto es verdad pero tener esa sensación tal vez fue un buen motivo para nunca cometerlo. Ella se movió más bien “by the book’ y el amor maternal la sorprendió casi sin buscarlo y cada tanto necesita aclarar las cosas para dividir ese amor tendencioso de madre, del amor real o ese más meritocrático (já!) con frases como esta de hoy; como si algún controlador externo fuera a evaluar la imparcialidad de su amor, de su gusto y preferencia por mí y castigarla por eso. Y en lo personal, a mí me encanta. Trata de disimularlo, inclusive en la intimidad de nuestra relación, algo como un “en definitiva me convertí en una más de todas esas madrazas que andan por ahí y te quiero locamente, aún en tus desastres y fracasos, pero shhh, no se lo digas a nadie....”.

Sunday, January 08, 2006

Varnish me

There's the whole manicure deal as well. This thing where I get all the nail varnishes out of the kit and carefully choose the colour; it's always the light colour first and the dark red one on top. You want to be really careful you apply some sort of base because if you don't all the dark red gets right into your nails and makes them look some yellowish shade of dead, very much the way I imagine a corpse's nails to look like. Then there's the actual painting, inhaling or exhaling only when the brush is off the surface of the nail.
There's this flash back I get of myself at a very young age, opening an orangey shade of nail varnish for my grandmother, placing her hand on the armrests of a sofa, settling myself down on a stool next to her and slowly working the brush down each of her nails with the greatest care. Each time I'd finish my job on one of them I'd look up, check for approval, get the smile and then dip the brush in the pearly dense fluid for a second coat. I guess this is where I got the habit I carry to this very day. This silence going on between two women, seventy years apart and yet this message of absolute feminine heredity going on between them. No need for words. My grandmother wasn't much of a talker either, she was more the sort of no nonsense woman. A World War I survivor, she would much rather concentrate on the things that really mattered in life. Get yourself a good education (that's what she probably tried to do with my mum, sending her to the same school she then sent me) and eat that tasty food I prepared for you, leaving nothing behind.
And amazingly enough, this working woman's hands never quite aged like the rest of her body did. And as she lay dead on that bed and I barely brushed her hands with two of my fingers, I couldn't help noticing how young they looked. There was no varnish there, but still. It's never been surprising for me to hear these stories of someone doing Evita's hands at her deathbed. My grandmother would've probably fancied something of the sort, but of course I didn't do it. Not much good with the death rituals; could barely touch her, didn't kiss her at all, didn't dare to.

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Thursday, January 05, 2006

Excused

Cuando iba al colegio teníamos gimnasia varias veces por semana pero había un día en el que había muchas horas seguidas y aparecían en un papel pegado en el frente de la clase que decía “timetable” y repetía GYM GYM GYM GYM en los distintos casilleros de la mañana. El cartelito estaba justo abajo y a la derecha del cuadro del prócer que te tocaba. El que más me acuerdo es el de Manuel Belgrano en unas medias de lycra al huevo y unas botas altas apoyado contra un sillón muy importante. Lo que para muchos era motivo de festejo para mí era lo menos. Para “gym” nos dividíamos en grupos: las talentosas que hacían “Hockey”, las que hacían “Athletics” y las que hacían “Gymnastics”. Este último grupo definía y agrupaba a las pajeras. Como era de esperar, yo pertenecía a este grupo. Antes de la clase tomaban lista y controlaban el uniforme. Remera con el escudo, medias blancas, bombachudo o la versión joggineta en el colegio inglés, el “track suit”. Si no tenías un ítem de todo el ensamble tenías que levantar la mano, decir tu apellido y agregar: “uniform” explicando “no white socks” o “no gym shoes”. Claro, en mi grupo siempre estaba la colgada que se olvidaba el uniforme y corría en zapatos.
El nombre Gymnastics era poco apropiado para lo que hacíamos en realidad porque en ningún momento revoleábamos la pelota o esas cintas tan caches o girábamos en el banco ese con manijas, creo que gymnastics se había tornado un rejunte de Resaca. Un año, en pleno ataque ochentoso se nos ocurrió hacer los videos de gimnasia de la entonces bulímica Jane Fonda. “Miss Ethel, on behalf of the class I would like to tell you we are all very (mentirosas) interested in the Jane Fonda work out and Sarah has got the video at home and we were wondering if blablabla”. El más mínimo síntoma de motivación o interés entre el grupo de pajeras activaba una serie de acciones. En el hall Viejo del colegio, arriba del escenario se colocaba la TV, que venía arrastrada en un carrito para que la usemos, se reservaba el uso del hall, se colocaban las colchonetas adecuadas y se nos permitía hacer el work out ahí. La actividad duró poco, duró exactamente hasta el día que Miss Ethel nos encontró a todas echadas en las colchonetas haciendo un continuado de la parte de relax con todas las cortinas corridas y casi dormidas en las penumbras del hall. Entonces las “irresponsible young ladies” pasábamos a softball. La mejor posición era la de fielder porque estabas en las lomas del culo y como todas bateaban bastante mal, pocas veces tenías que correr a buscar la pelota y generalmente lo que hacías era charlar con la de 2da base. Con suerte, alguna vez alguien bateaba un globo, lo atajabas en el aire y gritabas : OUT!. Creo que eran 3 out y cambiabas con el otro equipo. Lo mejor era charlar en la fila de bateo. No teníamos bancos pero nos sentábamos en el pasto tomando sol y charlábamos hasta nuestro turno. En mi caso : pasá vos, pasá vos y seguía hablando con Titi o Bárbara de algún tema.
A lo lejos veías a las de Athletics tirando jabalinas, arqueándose por encima de una barra de High Jump, clavando sus spikes en la arena, estresadas con los números del cronómetro y sentíamos mucha pena por ellas. En el colegio las pajeras también teníamos nuestro glamour.
Con los años desarrollé el especial talento para redactar unas notitas en tarjetas personales que le sacaba a mamá que decían: Please excuse Charlotte from gym today for she has been suffering from
a) a sore throat
b) a bad cold etc
for the last couple of days.
Thank you,
Mary G.
Esto también duró poco, Mary G trabajaba en el colegio y me encontraba sentadita en un banco leyendo algún libro durante la hora de gym. “Aren’t you supposed to be in your gym class this morning?”. Eso fue el fin.

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Tuesday, January 03, 2006

Yo

Soy hija única de una única hija que era maestra.
Soy hija de un director de cine.
Soy nieta de abuelos polacos inmigrantes que trabajaron en una carnicería por un lado y un abuelo escritor de radioteatros y tangos por el otro; fui a uno de los colegios más cacas de Buenos Aires y en algún momento me ubiqué comodamente en el medio.
Soy aracnofóbica.
Me olvido las reglas gramaticales y de ortografía todo el tiempo y sin embargo en inglés escribo sin errores.
No fui demasiado malcriada.
No me acuerdo ni de fechas de cumpleaños ni de números telefónicos pero puedo recitar toda la opening scene de Henry IV Part I que arranca "So shaken as we are, so wan with care...".
Soy de esas que lloran descaradamente en el cine y esperan un rato sentadas hasta recuperarse de la hinchazón de los ojos.
Hablo mucho sola.
Canto frente al espejo y mi desodorante es mi micrófono.
No creo haber sido una hija demasiado comprensiva pero mejoré con los años.
Puedo ser caprichosa, malhumorada y tremendamente impaciente.
Creo que coger con velas o un poco de sol es lo más.
Tengo miedos irracionales que me daría vergüenza contar.
Probablemente me enamoré más veces de las que se enamoraron de mí.
Reconozco millones de olores que me traen los más variados recuerdos.
Soy mala en los juegos de mesa como mi mamá.
Crecí demasiado rápido en algunos aspectos y casi nada en otros.
Me caigo y me levanto.
No se las tablas.
Puedo reconocer a la gente por el olor de su piel.
No aguanto la indiferencia.
Quiero a los besos largos y a los mordiscos, en los hombros.
Duermo de costado y del lado derecho de la cama.
Leo más en verano que en invierno.
Puedo ser jodida y resentida.
Compro Prime en épocas de abstinencia porque creo que si no es yeta.
Me desarmo con una lengua en el lugar indicado y con el ritmo correcto.
Nunca escucho radio y veo mucha TV.
Tengo más de 20 esmaltes de uñas distintos y más de 10 remeras blancas.
Doy buenos masajes.
Quiero mucho a mis amigos y creo que ellos a mí.
Le tengo miedo al avión pero si vuelo, el Roboril ayuda.
Adoro las sábanas blancas de 100% algodón.

Monday, January 02, 2006

Inimputabilidad



Hubo un tiempo en el que se podía andar así por la vida si hacía calor.
Hubo un tiempo de total inimputabilidad, y a veces lo extraño.

Sunday, January 01, 2006

Sin saber hasta ayer

Que 3 no son multitud sino un muy buen número para arrancar el año.
Que mi casa es un buen lugar para hacerlo.
Que soy expeditiva y te armo un New Year's Eve dinner aceptable con sólo 2 horas de preaviso.
Que mi living tiene pista de baile.
Que el culotte no es una prenda cómoda.