En casa somos tan poco del golpe bajo que a veces impresiona. Recién me llama mamá. Charlamos de pavadas, sus traducciones, mi día, qué bikinis me llevo, si tengo libros, si Mabel me llevó los que ella me mandó, el protector, dónde es la casa, si es cerca del mar, a qué hora salgo y esas cosas. Después así de la nada me recuerda.
-Mañana es mi cumpleaños.
Queda claro que mi madre cumple el 23 de enero y eso más o menos (aún en mi hogar tan poco convencional) siempre fue así. Entonces tengo que inmediatamente recordar que se refiere a su otro cumpleaños, al de AA, a sus años de recuperación.
-21 años.
-Ah, entonces durante mi quinto año de colegio vos ya no tomabas…yo pensaba que había sido más en diciembre. ¿Toti cuándo se fue de casa entonces?
-El año anterior.
-Ah, groso.
Ah, groso. No sé si es la respuesta adecuada. Medio que en mi casa este tema de la recuperación es cosa de todos los días o de ninguno. De hecho no es tema. Y eso que yo ya no tengo
casa, es decir, ahora cuando digo "mi casa" es la mía, es mi chateaux, pero supongo que a veces que cuando uno sigue hablando de los padres, la familia y la rosca inherente vuelve este concepto de "casa". La gente lo dice, yo lo digo. En casa tomamos agua con gas. En casa nadie putea. En casa somos muy de la sobremesa. Bueno, en casa somos raros parece.
Le recuerdo a Toti la fecha ya que obviamente no estaba ahí para presenciarlo. A veces soy malita y alardeo las virtudes de mi madre como si fuesen propias, pero frente a él básicamente. El se emociona, claro. Porque "en casa" somos todos de emoción facil, eso sí. Después mi padre por ejemplo me recuerda que quiere ser embalsamado como un enano de jardín y puesto cerca de un cantero.
-Yo no tengo jardín, Toti y dudo que mamá se cope con tenerte paradito ahí forever.
De poetas cero, pero de locos…
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