La familia esa que estaba todos los días, o parte de esa familia (padre, hijo y lo que parecía una tía) no están en los sillones como suelen estar. Son siempre los primeros y el señor es el que se acerca antes a la puerta cerrada de terapia intensiva a esperar que abran. Tiene cara de estar viniendo hace días y conoce todos los movimientos. En mi primer día él es mi guía. "A veces se atrasan" me dice y en cuanto la enfermera grita "Familiares de terapia intensiva" me hace una seña como para que vaya. Hoy no los veo en el lugar habitual de espera. Después los descubro en un sillón alejado, lloran. El hijo se agarra la cabeza (tiene dreadlocks largos) y camina desesperado, tanto que tengo ganas de ir a abrazarlo. Ni siquiera sé cómo se llama pero lo saludo todos los días.
El pasillo es largo con las habitaciones a la izquierda cuando lo caminás hacia el final. Son todas vidriadas así que podés ver perfectamente lo que pasa adentro de cada una. La de mamá es la última al final del pasillo. Cuando lo atravieso caminando a paso rápido para no ver mucho de lo que sucede en las peceras, después de apretar el dispenser del alcohol en gel que está en la entrada y todo el mundo respeta rigurosamente, sólo veo hombre, hombre, hombre, mujer, hombre, chica, mamá. En el primer reconocimiento sólo eso, apenas los sexos y las edades aproximadas. A la salida ya logro identificar el paciente de adentro con los familiares que esperan afuera. Llego a la habitación de mamá, la última de la izquierda como la de Hannibal Lecter pienso, y vidriada y todo. Soy Agent Starling pienso también. Cuando la veo me reconoce inmediatamente y me saluda con los ojos.
En terapia intensiva no hay día ni hay noche, la temperatura es constante durante las 24 horas y el ruido nunca cesa. Eso parece que enloquece un poco a los pacientes que empiezan a perder conexión con la realidad y el mundo y si uno no supiese que es esperable y transitorio, podría decirse que psicotizan. Mamá está avisada (por mí) acerca de todos los riesgos de “este lugar de mierda” en un intento por atajar su mente y que se entregue al delirio. Aún así, sucede un poco.
-Tuve los pensamientos más extraños. Me encontré armando un plan para informarle al cirujano que acá a todos nos están dando lo mismo.
-¿La misma papuza? le pregunto.
-Lo mismo de todo, les da exactamente lo mismo. Y en esas planillas rosas en las que anotan, anotan lo mismo de todos. Imagínate las cosas que pienso, casi le quería contar al doc, por suerte me detuve...
Mi madre sabe que delira y controla hasta eso con cierto éxito. Hay que sacarla de acá lo antes posible. Yo ya sabía que esto podía pasar pero aún así le pregunto al médico de terapia y me lo reafirma.
-Por eso ya la queremos sacar, no lo hicimos antes porque no hay cuartos pero ya está todo como para irse a un cuarto común.
Bien, están al tanto. Uno cree que los que no conocen a tu familiar como lo conoce uno no pueden detectar estos pequeñísimos cambios. Pueden.
Cuando salgo, la cama de la mujer que visitaba la familia que llora afuera está vacía. El último día tenía los ojos tapados con gazas y estaba medio despatarrada en la cama sin mover absolutamente nada. ¿No podría cerrar los ojos y por eso se los mantendrían cerrados con gazas aún viva?
A la noche cuando vuelvo ya hay un hombre durmiendo en su cama. No está tan mal como ella. Infartado, concluyo.
Cuando les dejo mi teléfono, a pesar de que les doy mi nombre y apellido, las enfermeras anotan “Hija 908” en la ficha de mi madre y mi teléfono al lado. Supongo que no quieren encariñarse con nada. Ni con nadie.
Labels: Herencia, Mother