Ciro de Los piojos
En esa época usábamos MSN y en tu perfil vos tenías una foto de Ciro, el de Los piojos, metida ahí minúscula. Durante todo ese tiempo antes de conocernos, antes en realidad de que me mandases esa otra foto vestido de esquiador imposible de reconocer y la otra, tu cara era para mí la de Ciro de Los piojos.
Después, cuando te conocí, supongo que la primera sorpresa fue lo notablemente distinto que eras a Ciro de Los piojos. Claro, más allá de lo morocho, nada.
-Vos tenés una belleza muy segundo cordón.
Te lo digo siempre para molestarte y a vos te da gracia. Es más, ya lo adoptaste como propio y te lo decís solito. Ya somos como esos viejos que se completan los cuentos y no importa bien a quién le pertenece el copyright.
Por otro lado, no sé ni quiénes son Los piojos o siquiera si debería conocerlos. La cosa es que no tengo ni idea.
Al final una noche viniste a casa y cocinamos un risotto con langostinos y tomamos mucho vodka tonic. ¿Demasiado? Y cogimos toda la noche. O parte de la noche. Los detalles se me borraron un poco pero sé que lo tengo todo escrito en una Moleskine negra en algún lugar de casa en un cuaderno que se mudó conmigo. Parece que fue en otra vida. Yo te bailaba I’m no good de Amy Winehouse y me gustaba esa parte de “Sniff me out like I was Tanqueray” aunque lo que tomábamos era un Grey Goose. Con mucha lima.
Después lloramos. Unos meses después. Mucho también.
El otro día pasé por un kiosco y había una Rolling Stone con Ciro en la tapa. Creo que nunca escuché un tema de él más allá de ese en el que la stalkea a la Macedo que la juega de infeliz y me dieron un poco de celos. Apenitas. Mírenla, pero el la acentúa en la A también, porque le da mejor la métrica así. Mí ren lá. Mire mire mire mi ren lá.
Cuando lo vi ahí en la tapa, sabiendo por supuesto que no, me pregunté “¿y ahora qué hace este pelotudo en la tapa de la Rolling Stone?”. Preguntaba por vos. Porque a veces, cuando lo veo al desconocido de Ciro de los Piojos, todavía sos un poco vos. Y me calienta.
Después, cuando te conocí, supongo que la primera sorpresa fue lo notablemente distinto que eras a Ciro de Los piojos. Claro, más allá de lo morocho, nada.
-Vos tenés una belleza muy segundo cordón.
Te lo digo siempre para molestarte y a vos te da gracia. Es más, ya lo adoptaste como propio y te lo decís solito. Ya somos como esos viejos que se completan los cuentos y no importa bien a quién le pertenece el copyright.
Por otro lado, no sé ni quiénes son Los piojos o siquiera si debería conocerlos. La cosa es que no tengo ni idea.
Al final una noche viniste a casa y cocinamos un risotto con langostinos y tomamos mucho vodka tonic. ¿Demasiado? Y cogimos toda la noche. O parte de la noche. Los detalles se me borraron un poco pero sé que lo tengo todo escrito en una Moleskine negra en algún lugar de casa en un cuaderno que se mudó conmigo. Parece que fue en otra vida. Yo te bailaba I’m no good de Amy Winehouse y me gustaba esa parte de “Sniff me out like I was Tanqueray” aunque lo que tomábamos era un Grey Goose. Con mucha lima.
Después lloramos. Unos meses después. Mucho también.
El otro día pasé por un kiosco y había una Rolling Stone con Ciro en la tapa. Creo que nunca escuché un tema de él más allá de ese en el que la stalkea a la Macedo que la juega de infeliz y me dieron un poco de celos. Apenitas. Mírenla, pero el la acentúa en la A también, porque le da mejor la métrica así. Mí ren lá. Mire mire mire mi ren lá.
Cuando lo vi ahí en la tapa, sabiendo por supuesto que no, me pregunté “¿y ahora qué hace este pelotudo en la tapa de la Rolling Stone?”. Preguntaba por vos. Porque a veces, cuando lo veo al desconocido de Ciro de los Piojos, todavía sos un poco vos. Y me calienta.