Uolestríters
Mi vuelo que venía de Palm Beach Internacional se atrasó y claramente no iba a llegar a New York a la hora que le había dicho al Tigre. Pensé en llamarlo cuando aterrizó el avión pero al final fue más importante correr atrás de mi valija que hacer ningún llamado y perder más tiempo. Habíamos quedado en que me dejaba la llave abajo en portería y en que tenía que dar una vuelta porque seguramente el taxi no iba a llegar exactamente a la puerta (todavía seguía la calle cortada después de 9/11) pero de todas maneras eran unos metros desde Bowling Green aunque no fuese en subte.
Cuando el shuttle cruzaba el puente entrando a Manhattan estaba oscureciendo y para la hora en que finalmente reclamé mi llave en portería y subí, el Tigre no estaba. Di unas vueltas por el departamento, encontré lo que seguramente sería el sillón que se convertiría en mi cama por las noches y me senté a esperar. Intenté encender alguno de los 6 controles remotos sin éxito y me hice una notita mental de ponerme las pilas al escuchar la explicación a fin de no quedar imposibilitada el resto de la estadía. El Tigre subió de correr a los dos minutos, me saludó como si nada y me llamó por mi apellido como hace siempre, como si nos hubiésemos conocido en la colimba o algo por el estilo y nos acabásemos de ver en el control de armas de la mañana.
El Tigre es mejor amigo Lista A. Cuando vivía en Buenos Aires almorzábamos a veces en Tancat y cocinábamos Hot Chicken Curry picoso algún viernes a la noche que era más o menos la receta para una posible nueva explosión nuclear pero al que había que entrarle estóicamente porque sino se te acusaba de “mantequita” y eso es una mala palabra en la ideología del Tigre.
Esa noche que llegué nos tomamos dos botellas de vino. La primera en un bolichito Vietnamese a unas paradas de subte de distancia y la segunda en la casa del Tigre. No tengo recuerdos en qué dirección fuimos. Cuando yo no dirijo el camino o manejo tengo cero registro de dónde estoy ni cómo llegué. Le conté mi fallida historia de amor con LPD que a esa altura no era tan fallida porque faltaba el gran desencanto neoyorquino y después hicimos los arreglos para el otro día. Yo vaguearía por la ciudad sola; museos, caminatas, poco shopping, me encontraría for drinks en el W Hotel con el hermano de la Chula, lo acompañaría a buscar algo olvidado en su escritorio, pasearía por el Trading Room de Bear Stearns (R.I.P) y me encontraría con el Tigre dauntáun antes de su partida a Buenos Aires sin olvidarme de No tomar el Express train. O puede que haya sido al revés. Seguramente me equivocaría, llegaría tarde, ayudaría al Tigre con su valija y tomaría posesión de lo que sería mi casa por los próximos 6 días bajo la amenaza de “No pierdas la llave vos que sos una colgada, nena porque cagaste fuego. No hay nadie más en todos los freakin US que tenga una copia y no entrás nunca más hasta que yo vuelva”. Con ese tranquilizador mensaje de despedida el Tigre terminó de elegir dos corbatas para las que me pidió opinión, me indicó la ubicación del laundry, me habilitó su amplia bodega de vinos con la consigna “Enjoy whatever makes you happy” y cerró su carry on mientras llamaba al taxi.
El viernes El Tigre llega a Buenos Aires. Seguramente no conteste el teléfono por unos días o esté inubicable (factor que me enloquece levemente) y en el momento menos pensado me llame por mi apellido y me diga que vaya enfilando para la casa de su madre, que hay asado.
Cuando el shuttle cruzaba el puente entrando a Manhattan estaba oscureciendo y para la hora en que finalmente reclamé mi llave en portería y subí, el Tigre no estaba. Di unas vueltas por el departamento, encontré lo que seguramente sería el sillón que se convertiría en mi cama por las noches y me senté a esperar. Intenté encender alguno de los 6 controles remotos sin éxito y me hice una notita mental de ponerme las pilas al escuchar la explicación a fin de no quedar imposibilitada el resto de la estadía. El Tigre subió de correr a los dos minutos, me saludó como si nada y me llamó por mi apellido como hace siempre, como si nos hubiésemos conocido en la colimba o algo por el estilo y nos acabásemos de ver en el control de armas de la mañana.
El Tigre es mejor amigo Lista A. Cuando vivía en Buenos Aires almorzábamos a veces en Tancat y cocinábamos Hot Chicken Curry picoso algún viernes a la noche que era más o menos la receta para una posible nueva explosión nuclear pero al que había que entrarle estóicamente porque sino se te acusaba de “mantequita” y eso es una mala palabra en la ideología del Tigre.
Esa noche que llegué nos tomamos dos botellas de vino. La primera en un bolichito Vietnamese a unas paradas de subte de distancia y la segunda en la casa del Tigre. No tengo recuerdos en qué dirección fuimos. Cuando yo no dirijo el camino o manejo tengo cero registro de dónde estoy ni cómo llegué. Le conté mi fallida historia de amor con LPD que a esa altura no era tan fallida porque faltaba el gran desencanto neoyorquino y después hicimos los arreglos para el otro día. Yo vaguearía por la ciudad sola; museos, caminatas, poco shopping, me encontraría for drinks en el W Hotel con el hermano de la Chula, lo acompañaría a buscar algo olvidado en su escritorio, pasearía por el Trading Room de Bear Stearns (R.I.P) y me encontraría con el Tigre dauntáun antes de su partida a Buenos Aires sin olvidarme de No tomar el Express train. O puede que haya sido al revés. Seguramente me equivocaría, llegaría tarde, ayudaría al Tigre con su valija y tomaría posesión de lo que sería mi casa por los próximos 6 días bajo la amenaza de “No pierdas la llave vos que sos una colgada, nena porque cagaste fuego. No hay nadie más en todos los freakin US que tenga una copia y no entrás nunca más hasta que yo vuelva”. Con ese tranquilizador mensaje de despedida el Tigre terminó de elegir dos corbatas para las que me pidió opinión, me indicó la ubicación del laundry, me habilitó su amplia bodega de vinos con la consigna “Enjoy whatever makes you happy” y cerró su carry on mientras llamaba al taxi.
El viernes El Tigre llega a Buenos Aires. Seguramente no conteste el teléfono por unos días o esté inubicable (factor que me enloquece levemente) y en el momento menos pensado me llame por mi apellido y me diga que vaya enfilando para la casa de su madre, que hay asado.
3 Comments:
y esto cuando fue???? Nos hemos perdido un capitulo???
Saludos cordiales P
No, no. Estaba todo acá. http://charlottepapersuncensored.blogspot.com/search?q=LPD
qué bien que escribís (una vez más) te debe dar grandes satisfacciones escribir, y por ahí depués releer.
Regards,
Cosima.
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