Thursday, December 13, 2007

Aging gracefully II

Algunas de las curiosidades (no me atrevería decir ventajas) de vivir en Palermo es que ninguno de sus habitantes debe estar a más de tres cuadras de un diván psiconanalítico. No soy la excepción.
Casi siempre me las arreglo para escaparme de casa, caminar por el boulevard y pedirme un café con leche en el coffee shop. Siempre el mismo café (Etiopía), siempre el mismo mozo (morochazo corpulento con panza). Siempre el mismo pedido.
-¿Puede ser tibio? No me lo traigas hirviendo…
Siempre la misma desilusión. Los cafés de Buenos Aires no entienden el concepto. Siempre hirviendo. Imposible de tomar. Pido la jarrita de leche fría que administro con cuidado mientras voy tomando sorbos y el último me lo bajo casi entrados los primeros minutos de mi sesión.
Salgo mejor de lo que entro. Generalmente. Camino atrás de dos viejos que se desplazan lentísimo ocupando casi el ancho de la vereda, sin dejarme pasar ni por derecha ni por izquierda. En otros momentos me hubiese impacientado y hasta hecho un comentario sangrón. Tengo un recién estrenado respeto por la vejez, la ajena y la propia futura. Pienso bastante en la vejez, demasiado, casi como si pensarla tanto y no negarla fuera una forma de control. Pienso en mis reflejos, mi flexibilidad, mis movimientos y toda una vejez a velocidad thai chi.
Mi tía dice que le rompe las pelotas cuando sus amigas viejas le cuentan de sus cogidas. Dice que la imagen le molesta, que de tierno no tiene un carajo. Que le parece maravilloso que cojan pero que a ella no le cuenten. Que el exhibicionismo de la cogida es cosa de los jóvenes, que en las otras mentes (viejas o contemporáneas) recrea imágenes placenteras. Que si ella se imagina a cualquiera de sus amigas cogiendo con sus viejos maridos, se deprime. Mi tía es hermana de Toti, claro.
En la cola de Swiss Medical, se me acerca una señora y me toca el hombro.
-Disculpame, ¿vos sos Charlotte, la hja de Toti?
No había manera de traer al presente la cara. No tenía la menor idea de quién se trataba.
-Soy Cintia. Y mencionó su apellido, el nombre de su padre (un antiguo socio de Toti) y recién ahí supe de quién se trataba pero nunca, nunca, pude unir esa cara que tenía delante a esa otra de casi 30 años atrás, la de una quinceañera en jeans Oxford que me abraza chiquitísma entre Chip and Dale en pleno Disney.
-Ay, Cintia, ¿pero cómo me reconociste? Deben hacer fácil como 30 años que no nos vemos.
-La cara, la mismísima cara. Y los gestos, es increíble. Te veo como de 7 años.
En la casa de mis abuelos había una colección de no se cuántos tomos de El tesoro de la juventud que le había regalado mi abuelo a mi madre cuando era chica. Las hojas de papel biblia, una tipografía grisácea y todas las ilustraciones en blanco y negro. Creo que un sábado mientras mis abuelos dormían la siesta y a mí me habían dejado ahí con ellos por el fin de semana, agarré una tijerita forrada en plástico verde como el que recubre los cables y recorté algunas páginas de El tesoro de la juventud en secreta venganza. Cerré los libros y los devolví a sus estantes. Creo que nunca nadie se enteró.

12 Comments:

Blogger Almirante Margarito said...

¡Sacrílega! En mi casa estaba toda colección de "El tesoro de la juventud". Eran una maravilla. Allí leí por primera vez a Calderón...

11:42 AM  
Blogger Charlotte said...

Era muy chiquita, Margaret, muy. Sepa perdonarme.

12:22 PM  
Anonymous Anonymous said...

qué lindo post Charlotte! estás que no podés parar desde hace unos días!
y lo del café, comparto, a veces les pido la leche fría y es cierto que te miran raro, como si sorber café a temperatura lava fuera muy conveniente y obvio.

2:27 PM  
Anonymous Anonymous said...

Me encantó!!! Muy bueno, sobre todo el episodio de no poder pasar por la derecha ni por la izquierda, es habitual!!! JAJAJA!!! Pero no sólo de los mayores, es un mal de todos.

4:23 PM  
Anonymous Anonymous said...

'...repeto por la vejez, la ajena y la propia futura', aia...

6:44 PM  
Anonymous Anonymous said...

riqísimo capítulo. Mr. T debe tener mucho material. amo fin de año por esto, es una explosión emocional.
Te invito a una milonga decadente en la calle Independencia para ver las miradas furibundas de deseo que se echan señores y señoras mayores indesables con faltantes dentales y peluquerías imposibles. O al geriátrico de colectividad en tu barrio, los romances tienen una intensidad de colegio primario. es el milagro de la vida y la reproducción de la especie.

1:31 AM  
Blogger Maggie said...

qué buen post charlotte.
cómo viene de afilada esta semana.
saludos,

3:17 AM  
Blogger El Canilla said...

Regresiones a la infancia y vejez....mmmm rubia. Que dice Mr Transfer ?

En cuanto al café, mi niña, es IMPOSIBLE que salga tibio, porque acá se toma cafe express, con la máquina que que larga el agua siempre a punto de ebullición ( por eso calienta la leche con vapor).
Para café tibio tenes que ir a Mc que lo sirven de filtro , en jarra como en USA.

4:13 AM  
Blogger Flor said...

Me encantó este post. Me gusta cuando te demorás en imágenes como la de los dos viejos caminando lento.
A mi Palermo no me gusta mucho pero tu Palermo escrito me encanta.

7:08 AM  
Anonymous Anonymous said...

(Conti dixit) "En eso consiste la vejez: verde memoria."

12:29 PM  
Anonymous Anonymous said...

en las máquinas express SI se puede regular la temperatura del agua, pero nadie quiere estar cambiándola cada vez que alguien lo pide menos caliente, más frío o tibio... con la experiencia de haber trabajado, durante la adolescencia, en el rubro gastronómico

9:27 AM  
Blogger Daniel said...

Ah, el Tesoro de la Juventud. El último de los planetas era Neptuno. Cuánto tardaríamos en llegar a la luna en tren? El libro de las historias maravillosas, y el inventario de los altruismos. El futuro era tan... predecible.

Tan verde. Yo entonces, y estos tomos, siempre.

5:04 PM  

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