Florida Kindergarden

Me toca timbre en la oficina sin avisar como se lo tengo terminantemente prohibido desde hace varias semanas pero eso también se ve que lo olvidó. Después cuando abro la puerta y lo veo vestido impecable y oliendo a Paco Rabanne me conmuevo un poco.
-Sentate ahí y esperame un rato que estoy en el medio de algo…
No se trata de nada que no pueda interrumpirse para darle un poco de bola a mí padre, salvo que siento que tengo que poner un poco de límites. Estoy laburando, vivo de esto, no se me puedo interrumpir a gusto y piacere. Si fuera un gato macho, mearía todo el territorio.
Me hace reir un rato, preguntándome qué voy a hacer para Navidad el 23. Le pregunto si cambiaron mundialmente la fecha de nochebuena y no me enteré. El sarcasmo y la ironía le dan gracia, sobre todo cuando vienen de mí.
Arregla encuentro con su amigo Quique en Florida Garden. Lo acompaño caminando a paso lentísimo, hablando hacia atrás a los gritos por sobre mi hombro para que me escuche y cuidando que no se lo lleven puesto otros peatones. Pienso que la carrera se volvió un rally de regularidad y resistencia. La velocidad ya no cuenta.
Cuando entramos a Florida Garden del fondo se levanta un tipo trajeado con los brazos en alto. Arrancamos con los encuentros, a este tipo todos lo conocen, todos lo quieren, a mí padre.
-Totito querido, la gran siete! ¿Sabés que me dijeron que te habías muerto, che?
Toti le explica a Reina que sí, que murió hace unos años pero que se aburrió y volvió. Me presenta rápidamente. Le encanta decir MI HIJA y aclara con esto todas las dudas que Reina pudiese tener. No vaya a ser que piensen que ahora anda con pendejas. Me deprime un poco el grupo etario en el que paso a ser una pendeja.
-Estás hecha un despelote nena.
Definamos despelote, pienso. Reina me agarra del hombro, se abraza con Quique y yo aprovecho para despedirme.
-Che, yo los dejo. Que se diviertan.
Es como cuando me dejaban con mis amiguitos en el Kindergarden.