Thursday, June 07, 2012

In Sickness and in Health

Cuando era muy chica y me enfermaba (lo suficiente como para faltar al colegio) esto tenía que incluir sí o sí fiebre. Sin fiebre no había malestar que amerite el faltazo. Mi madre necesitaba evidencia física del malestar y hasta que descubrí la facilidad con la que se calentaban los termómetros contra una bombita de luz era mi madre la que se acercaba con la palma extendida y la apoyaba contra mi frente. Después se venía lo que yo creía era un beso en la frente pero terminé entendiendo era la simple verificación de la fiebre. Evidencia física. Supongo que un vómito hubiese calificado también. Años después compró unas tiritas que se apoyaban y marcaban, medio como esos gallos o barquitos de vidrio pintados que te decían cómo iba a ser el clima. Violeta intenso tormenta, azul buen tiempo y así. ¿Seguirán existiendo? Si los tocabas eran todos pegajosos.
Antes de la larga lista de termómetros explotados con bombitas y las largas horas de juego con el mercurio volcado sobre el mármol de la mesa de luz, el entretenimiento era otro. El punto era que en el caso de faltar por enfermedad comprobable era casi seguro que tuviese mudanza a la cama de mamá y papá durante todo el día. Ahí me instalaba con almohada propia, tele, bandeja con té con leche en teterita y algunos muñecos a pasar el tiempo. Lo peor era esperar el arranque de la señal de tele que supongo era bien entrada la mañana o casi el mediodía con algo como Patolandia o los Tres chiflados.
Durante esas horas de espera la cama de mis viejos era un barco enorme que terminaba en una proa llena de almohadones y almohadas apiladas y más allá un mar lleno de tiburones. Imposible bajarse. Todo tenía que hacerse en los límites de la cama. El juego terminaba cuando empezaba la tele o bien escuchaba los pasos en la escalera y veía entrar mi bandeja con el almuerzo y mamá atrás que ya había llegado de su trabajo.
Durante la tarde se quedaba conmigo y si realmente deliraba con fiebres altas (más allá del consuelo de que te hacen crecer, cosa que nunca sucedió) se tiraba en la cama al lado mío, bien cerquita, me tapaba y leía. Para la noche ya llegaba Toti con algún regalo (generalmente figuritas) o con los discos esos de cartón que usaban para separar las tortas de material fílmico que yo usaba para pintar. Cuando ya casi me iba quedando dormida, alguien me hacía upa y me devolvía a mi cama.

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8 Comments:

Blogger FedX said...

Uhh, me hiciste acordar a muchas cosas: Elliott en ET hace lo mismo con los termómetros y las lamparitas. Cuando faltaba a la escuela me quedaba mirando tv, lo que más me gustaba, lejos, era Telescuela Técnica. Te acordás?
Besoo

12:34 PM  
Anonymous Anonymous said...

Qué lindo! Me hiciste acordar a mi niñez. La cama grande era genial aunque tuviera fiebre. Y faltar a la escuela tan legalmente era estupendo. Me encanta leerte. Cariños. Te acordás de la señal de ajuste? jajaj!
AC

3:14 PM  
Anonymous Marcos said...

Linda.

5:25 PM  
Blogger Kr said...

Un viaje a la niñez. Gracias Charlize!

7:34 PM  
Anonymous artículos en español said...

Interesante la cuestion que me planteas!

10:23 PM  
Anonymous Anonymous said...

Qué peligro jugar con Mercurio!

6:19 PM  
Blogger La Peor de Todas said...

Yo también "calentaba" el termómetro en la lamparita de la mesita de luz cuando quería faltar!!! Y me creía la única con ese secreto jajaja!

7:19 AM  
Anonymous Anonymous said...

Y las manos magincas? alguien se acuerda?

12:38 PM  

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