Play by The Rules
El arbolito de navidad que después fue pino en la casa de Rosales, el que el linyera cuidó esos meses que bajaba por la barranca para ir a la estación, ese año tenía un regalo alargado abajo, todo envuelto en papel amarillo. Yo juraba que era un skate y si bien no podía acercarme a palpar y verificar estaba casi segura. Me sentía particularmente conforme con que mi madre hubiese accedido a hacerme un regalo que desaprobaba (no entiendo bien por qué) y supuse que había sido la insistencia de Toti (que nunca desaprobó nada) la que había salido ganando.
Cuando lo abrí entendí perfectamente todo, cómo eran las reglas en mi casa. El skateboard era una raqueta de tenis. Me di cuanta en seguida, cuando no palpé las ruedas y sentí el encordado a través del papel. Sonreí, disimulé tremenda desilusión y pasé al regalo de mis abuelos. Las reglas de la casa.
Cuando lo abrí entendí perfectamente todo, cómo eran las reglas en mi casa. El skateboard era una raqueta de tenis. Me di cuanta en seguida, cuando no palpé las ruedas y sentí el encordado a través del papel. Sonreí, disimulé tremenda desilusión y pasé al regalo de mis abuelos. Las reglas de la casa.
Labels: Misplaced Childhood
2 Comments:
una vez más: qué memoria!
yo no me acuerdo ni de las desilusiones
me gusta mucho tu blog, Charlotte. Tenés libro publicado? Hay algún otro lugar donde pueda leerte?
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