Nunca falla

Tengo la certeza de que si me despierto temprano un fin de semana, puedo llamarlo a N que seguramente habrá amanecido antes que yo.
Nunca falla.
Generalmente mando un texto brevísimo del estilo:
¿Desayunamos?
A ese le suele seguir una respuesta igualmente breve como:
¿Dónde?
Puede haber un tercer texto que diga:
En puerta.
Y al que sigo respondiendo “Bajo” cuando ya no tengo que bajar de ningún lado más que de mi cuarto (si estoy arriba) cuando debería decir “Salgo”.
Entonces, lo que posiblemente suceda es que nos sentemos en un bar con los diarios y revistas del día y N comience por Deportes, siga por Economía y negocios y recién ahí agarre la primera sección. Yo, por mi lado, puedo leer los Fúnebres, seguir por la primera sección o la revista antes que nada. Mi orden no es tan estricto. Seguramente hablemos poco, y si hay interrupciones las hago yo.
-¿Me explicás el fallo de Casación en lo de García Belzunce?
N me explica desde el otro lado de la mesa.
Seguramente yo pida un café con leche con tostadas, queso blanco y dulce (porque mermelada es casi exclusivamente de naranja y la odio) y N se termine las tostadas que quedan en la canastita. El ya habrá atacado (antes que nada y de un sólo sorbo), el jugo de naranja que yo dejo para el final.
El sábado vamos a este lugarcito todo pipícucú una cuadra antes de Oui Oui. A veces variamos un poco.
-Este lugar es muy de minita, N.
-Totalmente.
Pero nos gusta a los dos. Hay olor a pan recién horneado. Interrumpo la lectura.
-¿Sabés que un amigo me contaba el otro día que cuando venden una casa ponen a hornear pan para estimular a los compradores? Como que no hay olor más placentero para un ser humano que ese…
N está de acuerdo.
Pienso en decir algo acerca de que mis cafés preferidos son el Lavazza y el Illy pero me callo. En la mesa ya están los diarios, el café con leche, el dulce de durazno y el silencio comodísimo del domingo por la mañana.
Nunca falla.