Alter egoes. Ser Brenda

Despertarme y encontrar que no hay cartón de leche descremada La Serenísima esperando adentro de la heladera puede llegar a arruinarme si no el día, al menos la mañana.
Sufro de una abstinencia terrible durante la jornada laboral que considero solo puede alivianarse con un Starbucks de media tarde. Lo mensajeo a Docampo y le digo.
3 y media ahí, contesta.
3 y media voy.
Pide. Pido.
No me deja pagar y me corre la mano cuando abro la cartera. Me alejo a ver los mugs térmicos que quiero comprarme y pregunto por uno chiquito de cerámica ridículo que parece un salero y no tiene razón de ser.
-Debe ser para un ristretto, me dice.
-Una porquería, le digo.
A lo lejos los empleados entusiastas manejan los pedidos, (Odio el concepto del mozo con entusiasmo, me había dicho Docampo antes). Uno tiene en la mano lo que a cierta distancia parece ser el pedido de mi amigo. Espero que grite "Docampo". No lo hace.
-¿Elvis?
Docampo se acerca y se lo lleva.
-Sos un pelotudo.
Otro empleado entusiasta acerca mi café.
-¿Priscilla?
-Andá, esas sos vos, nena.
Me acerco al mostrador y me llevo mí café con el Piscilla mal escrito en marcador negro.
Priscilla. Siento que la gente me mira y me ve cara de Priscilla. Por un momento soy Priscilla.
Mi amiga Camila y sus hermanas tenían unas tazas de mierda que decían "En esta taza solo bebe Brenda" y algún otro nombre complicado por decirlo así. Uno cada una. Camila era Brenda. Yo las envidiaba por sus tazas; me parecían minas con onda, todas la mañanas apropiarte de la taza de Brenda, ser Brenda.
Ahora tengo mi propia taza Priscilla descartable. Por algo se empieza.