Adentro
La luz de la sala de ecografías es rara. El lugar está casi a oscuras de no ser por la luz que sale de la pantalla en blanco y negro que en realidad no es blanco y negro sino que está en negros y azules y grises. Hace que todo se vea raro. Por ejemplo el rojo de las uñas es mucho más oscuro y parezco mucho más quemada de lo que realmente estoy.
Espero sentadita en la camilla (un poco impaciente) y en dos minutos me encargo de crear un pequeño caos. Desacomodo la sábana que está sobre la camilla, sacudo un poco el biombo mientras cumplo la orden de “desnudate de la cintura para abajo”. Tengo ese miedo clásico que una tiene cuando alguien se dispone a meterse adentro tuyo a revisar. No pasa seguido y una se vuelve refranera y piensa que el que busca encuentra y todo eso y por qué no un poco hipocondríaca también.
El ginecólogo, no el mío, no Dr. Moreno, “el de turno” es como era de esperarse jovencísimo y lindo. Una pena conocerlo en estas circunstancias. Esto siempre es raro, el extraño, las piernas separadas, el tacto. Joven Dr. anota diagnóstico poco específico en papel y solicita orden.
Molestia en F1.
Yo podría haber dicho eso sin toda una carrera detrás. Salvo por el F1 que asumo es una coordenada que se corresponde con el punto que yo le señalé tomándole la mano y apoyándola en algún lugar a la izquierda de mi ombligo llegando a la ingle.
La eco, como también era de esperarse, es transvaginal. El proceso, el de siempre. El palito con punta redondeada, amistosa, anatómica, con preservativo colocado y cantidades industriales de gel helado. Se mueve de izquierda a derecha, arriba, abajo con una increíble capacidad de maniobra en un espacio tan reducido. Porque sí, porto espacio reducido, eso lo sé.
-¿Ese es el ovario?
-Aha, tu ovario derecho.
La señorita ecografista traza una línea marcando el diámetro, aprieta el mouse, corta. Sale la medida en pantalla. 26 x 19 mm. Increíblemente pequeño. Una nuez, no más.
-El izquierdo se me está escapando…
Justo ese, pienso, el que me duele.
-Bueno, en ecografías anteriores siempre salió.
Hago risita idiota y el clásico chiste bobo de nervios. ¿Dónde está mi ovario izquierdo?
-Que no lo encuentre es bueno, quiere decir que está chiquito. Acá, acá esta. Todo ok. Tic, tic.
Hace las rayitas esas del diámetro. 23 x 14 mm, más chiquito aún. Una almendra. Espero que salga el informe de la impresora. Verifico estar llevándome el mío (he vuelto con cálculos vesiculares ajenos) y salgo a 25 de mayo que está agobiante. Yo estoy tranquila y hasta me arrepiento de no haber terminado de sacarme ese gel helado que siento que todavía está ahí. Porque en la calle, claro, ya una habla de ahí.
Espero sentadita en la camilla (un poco impaciente) y en dos minutos me encargo de crear un pequeño caos. Desacomodo la sábana que está sobre la camilla, sacudo un poco el biombo mientras cumplo la orden de “desnudate de la cintura para abajo”. Tengo ese miedo clásico que una tiene cuando alguien se dispone a meterse adentro tuyo a revisar. No pasa seguido y una se vuelve refranera y piensa que el que busca encuentra y todo eso y por qué no un poco hipocondríaca también.
El ginecólogo, no el mío, no Dr. Moreno, “el de turno” es como era de esperarse jovencísimo y lindo. Una pena conocerlo en estas circunstancias. Esto siempre es raro, el extraño, las piernas separadas, el tacto. Joven Dr. anota diagnóstico poco específico en papel y solicita orden.
Molestia en F1.
Yo podría haber dicho eso sin toda una carrera detrás. Salvo por el F1 que asumo es una coordenada que se corresponde con el punto que yo le señalé tomándole la mano y apoyándola en algún lugar a la izquierda de mi ombligo llegando a la ingle.
La eco, como también era de esperarse, es transvaginal. El proceso, el de siempre. El palito con punta redondeada, amistosa, anatómica, con preservativo colocado y cantidades industriales de gel helado. Se mueve de izquierda a derecha, arriba, abajo con una increíble capacidad de maniobra en un espacio tan reducido. Porque sí, porto espacio reducido, eso lo sé.
-¿Ese es el ovario?
-Aha, tu ovario derecho.
La señorita ecografista traza una línea marcando el diámetro, aprieta el mouse, corta. Sale la medida en pantalla. 26 x 19 mm. Increíblemente pequeño. Una nuez, no más.
-El izquierdo se me está escapando…
Justo ese, pienso, el que me duele.
-Bueno, en ecografías anteriores siempre salió.
Hago risita idiota y el clásico chiste bobo de nervios. ¿Dónde está mi ovario izquierdo?
-Que no lo encuentre es bueno, quiere decir que está chiquito. Acá, acá esta. Todo ok. Tic, tic.
Hace las rayitas esas del diámetro. 23 x 14 mm, más chiquito aún. Una almendra. Espero que salga el informe de la impresora. Verifico estar llevándome el mío (he vuelto con cálculos vesiculares ajenos) y salgo a 25 de mayo que está agobiante. Yo estoy tranquila y hasta me arrepiento de no haber terminado de sacarme ese gel helado que siento que todavía está ahí. Porque en la calle, claro, ya una habla de ahí.
Labels: Dr Moreno
5 Comments:
Terreno de comments, no apto para caballeros. Mejorando hacia el fin de semana, esperemos.
Sh.F.Clú
Qué bien cuentas las cosas. Te leo desde hace un par de meses. Espero viajar a Argentina pronto. Mientras seguiré visitando Palermo en tu blog.
Gracias I.
creo que nos atendimos en la misma clínica... swiss del microcentro? 25 al 300? yo me hice la misma eco la semana pasada y la sensación y como la describiste es tal cual. que suerte que está todo ok. beso!
Ay, Sh F Clú, qué sexista, che. Je.
Gracias Ignatius. Ojo que no sé cuán bien se ve alermo a través de mis ojos.
Misma clínica Ganesha, efectivamente...
Entré a ver si alguien se ofrecía a terminar de sacarlo.
A veces el mundo es menos guarango que yo.
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