Pentimento versión albañilería
Estoy hojeando una revista de decoración y veo que volvieron los empapelados. Me acuerdo que como era habitual en los setenta, muchas de las paredes de casa estaban empapeladas; el comedor y el cuarto de mis viejos. Era un empapelado con flores claras y unas guardas y de un material bastante grueso que no era exactamente “papel”.
Muchos años después, cuando papá ya se había ido de casa y supongo que en un intento de reciclaje por parte de mamá, es que se decidió sacar el empapelado y pintar.
Mamá llamó a José, el marido de Rosa que trabajaba en casa y pintor paraguayo de los buenos, para que venga a hacer el trabajo. José siempre hacía todas las tareas de albañilería, pintura y arreglos varios. Era parte de la familia. Es más, ahora que pienso tanto José el pintor como Valerio el jardinero se convirtieron un poco en los hombres de la casa.
Mamá y José se pusieron a mezclar pinturas y eligieron un color ladrillo neutralizado con un poco de blanco que quedaba perfecto con el poster Metropolitan Cats y la colección de espejos miniatura que tenía mamá en su cuarto.
José emprendió la dificultosa tarea de despegar el empapelado de las paredes y para cuando llegó a la pared que enfrentaba a la cama se encontró con una rara sorpresa. Abajo del papel, dibujado con marcador negro había un retrato tamaño natural de una chica de unos 6 años.
Una mañana de sábado muchos años atrás, jugábamos con papá en su cuarto haciendo dibujos en círculos de cartón blanco. Eran unos cartones en los que venían las tortas de material de las películas y Toti siempre las traía a casa para que yo las pinte. Ese día sabíamos que al lunes siguiente iban a empapelar su cuarto así que las paredes estaban todas peladas. A Toti le pareció una buena idea dejar un recuerdo nuestro en la pared, de todas formas iba a ser tapado. Me apoyó contra la pared y me hizo parar derechita, derechita. Con el marcador hizo una marca justo donde terminaba mi cabeza. Después me dibujó perfectamente con esas caricaturas que hace el y al lado en su letra imprenta mayúscula escribió: Charlotte, 1977 y mi altura.
Cuando José me llamó para mostrarme el viejo dibujo, la Charlotte de la pared me llegaba más o menos al ombligo, usaba dos colitas, pollera escocesa y estaba muerta de risa.
Muchos años después, cuando papá ya se había ido de casa y supongo que en un intento de reciclaje por parte de mamá, es que se decidió sacar el empapelado y pintar.
Mamá llamó a José, el marido de Rosa que trabajaba en casa y pintor paraguayo de los buenos, para que venga a hacer el trabajo. José siempre hacía todas las tareas de albañilería, pintura y arreglos varios. Era parte de la familia. Es más, ahora que pienso tanto José el pintor como Valerio el jardinero se convirtieron un poco en los hombres de la casa.
Mamá y José se pusieron a mezclar pinturas y eligieron un color ladrillo neutralizado con un poco de blanco que quedaba perfecto con el poster Metropolitan Cats y la colección de espejos miniatura que tenía mamá en su cuarto.
José emprendió la dificultosa tarea de despegar el empapelado de las paredes y para cuando llegó a la pared que enfrentaba a la cama se encontró con una rara sorpresa. Abajo del papel, dibujado con marcador negro había un retrato tamaño natural de una chica de unos 6 años.
Una mañana de sábado muchos años atrás, jugábamos con papá en su cuarto haciendo dibujos en círculos de cartón blanco. Eran unos cartones en los que venían las tortas de material de las películas y Toti siempre las traía a casa para que yo las pinte. Ese día sabíamos que al lunes siguiente iban a empapelar su cuarto así que las paredes estaban todas peladas. A Toti le pareció una buena idea dejar un recuerdo nuestro en la pared, de todas formas iba a ser tapado. Me apoyó contra la pared y me hizo parar derechita, derechita. Con el marcador hizo una marca justo donde terminaba mi cabeza. Después me dibujó perfectamente con esas caricaturas que hace el y al lado en su letra imprenta mayúscula escribió: Charlotte, 1977 y mi altura.
Cuando José me llamó para mostrarme el viejo dibujo, la Charlotte de la pared me llegaba más o menos al ombligo, usaba dos colitas, pollera escocesa y estaba muerta de risa.
12 Comments:
Awwwwww, qué linda historia!
me encantooooo! Que increible encontrar algo asi...
vos no te acordabas que eso estaba ahí?
me acordé cuando lo ví, pero para esa altura ya debía tener 17 o 18 años. habían pasado 10... ahora pienso que le deberíamos haber sacado una foto.
creí que había foto. Qué pena
Qué pena que no existían las cámaras digitales en ese entonces... seguro le sacabas una si tenías.
El pintor-albañil de casa también se llamaba José! Pero este era Uruguayo.
brillante, hermoso!
si, una pena lo de las digitales. hubiese sido una buena foto, meas ahora sabiendo que tiraron abajo la casa...
qué charlotte preferís, la actual o la de la pared?
creo que las quiero a ambas...son dos locas de mierda pero simpáticas.
jejej nice story. Yo hacía eso en mi cuarto cuando pequeña, pero sin el dibujo y tan solo una marquita. Pero el crecimiento se detuvo abruptamente en el mezquino metro 63. Sniff
Quién dice que de esta anécdota no salió el famoso tema de Cantaniño:
"Pinta muñequitos, en un papelito,
con un lápiz que le regalé
(eso está bien).
Cuando se le acaba
ese papelito
sigue dibujando en la pared
(no está tan bien)"
Què buena anècdota, Charlotte.
Post a Comment
<< Home