Tuesday, November 05, 2013

La mirada de Zulema y los enanos del jardín


Mis abuelos vivían en esa esquina de Debenedetti en La Lucila, desde tiempos en los que la avenida Maipú (la que es Cabildo, dos veces Santa Fe en Martínez y el centro y mucho más lejos Centenario) era de tierra y pasaba el lechero en carro. A unas pocas cuadras de lo de mis abuelos, en una casa a la que me sería imposible llegar de memoria ahora porque de chico uno no registra los recorridos y tiende a entregarse a la caminata del adulto que te lleva de la mano, vivían dos hermanas: Cándida y Zulema. No sé exactamente dónde ni cuán cerca. Dos cuadras podían parecer kilómetros si nadie respondía a tu upa.
Generalmente era mi abuela la que decidía que iba a tomar mate a lo de Cándida y Zulema y me llevaba con ella. Vivían en un PH al que entrabas por un pasillo largo (mi padre se hubiese referido a eso como un "conventillo" pero también sigue diciendo palabras como "hacer zaguán" y "había una romería de gente") y tenía un jardín al final del pasillo antes de entrar a la casa. En el jardín había una de esas hamacas de madera en las que te sentás enfrentado y empujando la cola para atrás y generando algún movimiento repetitivo con las piernas apoyadas sobre la base que ahora no sé si podría reproducir, te terminabas hamacando violentamente en vaivén pero sin altura. Yo me hamacaba solita, de alguna manera me las ingeniaba para arrancar y después ya era cuestión de sostener el movimiento. Si estabas sola era todo más liviano y mucho más rápido.
Lo más fascinante del jardín de Cándida y Zulema eran no sólo los malvones y geranios que crecían colgados de esas paredes blancas como en una isla griega, si no los enanos de jardín que podías encontrar escondidos si te escabullías entre las demás plantas y canteros. Ahí estaban, levemente descoloridos por los años y las lluvias, cubiertos de moho con gorros rojos despintados y apoyados sobre una pala o cargando una canasta. Enanos en el jardín era algo sublime, imposible de encontrar en ninguno de los paquetísimos jardines que yo recorría. Yo conocía jardines diseñados con cuidado donde los únicos extras podían ser una piedra estratégicamente colocada o algún macetón enorme de reminiscencia toscana aceptable. Enanos jamás.  Ni esas uñas de gato, ni plantas de la moneda, ni todas esas suculentas que aún estando tan de moda son tan claramente "plantas de abuela" y yo reproduzco con tanto arte en mi terraza. El jardín de Candida y Zulema lo tenía todo y yo estaba fascinada con que me dejaran perderme solita por ahí. Probablemente tuviese el tamaño de un arenero un poco más grande de lo común pero a mí me parecía enorme y tenía mis rincones favoritos donde volver cada vez que las visitaba.
De Cándida me acuerdo muy poco, salvo que era una mujer chiquita con voz chillona, de batón permanente, ya viuda para cuando la conocí y con olor a mate cocido. Zulema, soltera, de pelo blanco peinado con spray y ruleros y una bizquera importante, había sido profesora de piano. "La señorita Zulema". En mis fantasías está vestida de negro y tiene esos anteojos que cuelgan del cuello agarrados con una cadenita que termina en una perla justo donde agarra con la patilla. Nunca la vi ni la escuché tocar el piano, un piano en el que seguramente tocó mi madre en su infancia. Creo que fue Zulema la responsable de mandar a mamá al conservatorio antes de que el piano muriese incendiado víctima de una rata a la que se le había dado por anidar ahí. ¿Serán verdad todas estas cosas que recuerdo? A mí Zulema me quería a la distancia con un cariño medio astigmático, como a la “hija de Elenita” (así la llamaba a mamá) y me seguía por el jardín con esa mirada estrábica por la que nunca sabías demasiado si te estaba mirando a vos o buscando algo más allá. Raro que con padre bizco yo no hubiese logrado domar la dirección de la mirada de Zulema. La mayoría de las veces parecía que miraba una abeja posada sbre la punta de su nariz. Pero no había nada.
Cuando mi abuela se mudó al departamento de al lado de casa en Olivos, todavía las visitaba. CándidayZulema, así todo junto, en tándem. Hasta las imaginé muriendo juntas, cada una en su cama individual: Cándida porque parecía de esas mujeres que en la viudez y ausencia de un hombre, reducen el espacio y hablan de lo impráctico de una "cama camera" y Zulema, muriendo en la cama de una plaza, esa misma en la que había dormido toda su vida. Virgen. Sola.

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12 Comments:

Anonymous Anonymous said...

Tan bueno como siempre!!

FedX

10:55 AM  
Blogger Marina said...

A mis suculentas mi marido les dice "esasplantasdeabuela" así todo junto.
No se si te agradecí lo suficiente toda la data italiana, así que un año más tarde, muchísimas gracias.
Un beso, M.

11:04 AM  
Blogger Charlotte said...

Ja, gracias, FedX.

¡Pero de nada, Marina! Quiero un poco de cuentos de cómo estuvo. Qué placer absoluto, sueño todos los días con volver a la Toscana. "Plantasdeabuela" pero me encantan.

11:07 AM  
Anonymous Řæl ßœŗ said...

Muy muy bueno @Charlota!! Se atesora. Nada más descriptivo, además, que el nombre Zulema para una vecina solterona que se deja acompañar sin complejos por enanos de jardín.

11:17 AM  
Blogger Jorgelina said...

Me encanto este post! Me hizo acordar a Pepa y Mari, las hermanas mayores de mi abuela y a mis visitas a su casa (vivian juntas en la casa en la que mi abuela vivio de joven con su familia) en Avenida Triunvirato y Estomba. Tenia la puerta principal sobre Triunvirato y por un pasillito finito con macetas a los costados - al final del patio y cerca de la cocina - estaba la puerta que daba a Guevara. Ese pasillo era magico! Tambien tenian una ventanita que daba al patio en la que jugabamos a que era un kiosko.

7:16 AM  
Anonymous Anonymous said...

Tal cual "laTiaPetyLaTiaZulema", asi todo junto, las hermanas solteras de mi abuela!!! Sole

3:01 PM  
Anonymous Anonymous said...

Te veo allí! Hermoso post. Vívido. Me emociona. Beso. AC

8:48 AM  
Anonymous Anonymous said...

me encantó. Me gustan tus remates, sobre todo. Leo y trato de anticipar el final pero siempre sorprende. Gracias xq me enteré que tengo una suculenta en mi balcón, aptenia-cordifolia, asiq ahora sé como cuidarla. Mariana

7:42 AM  
Blogger Nené said...

Tan como mi familia...

12:35 PM  
Blogger Unknown said...

Muy buena descripción! Yo iba con mi abuela, también a través de calle de tierra a perderme en el jardín de la "Tiaelba", con parra y casa en construcción al fondo, aventura total.
Besos
Nat.

6:05 AM  
Blogger Yoni Bigud said...

Esto me pareció sencillamente brillante. Algo que me resulta familiar, que pude haber visto yo mismo pero no lo vi. O no lo supe contar.

Un saludo.

9:42 PM  
Blogger Unknown said...

Disfrute a Candida y Zulema. Gracias José Luis

11:44 AM  

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