Las cosas
Si alguien me llevase con los ojos vendados a cualquier lugar del planeta y en una habitación cualquiera pusiese 3 ó 4 objetos entre un millón de otros, no importa en qué momento de mi vida, yo los hubiese identificado uno por uno como si tuviesen etiqueta. Son de Toti, diría.
Las máscaras africanas que siempre estuvieron en el “cuarto de costura” (arriba del escritorio con persiana) que prolijamente embaló en la valija Samsonite amarilla que hizo cuando se fue, el leoncito de plata que ganó en Cannes, un broche de ropa gigante para agarrar papeles que compró al por mayor y se regalaba a la salida de mi cumpleaños número 10, los Mickey en todas sus versiones, el libro gordo, enorme con toda la historia. No quise peguntar por ese par de esposas. Dado que estaban apoyadas muy casualmente sobre el libro y que más allá había un dedo cortado después de la segunda falange que se enciende en la punta como E.T humano (bueno,de ser posible alguien así) asumí que eran parte de algún truco de magia al que es bastante adepto o habían sido parte de la utilería de alguna película como esos hielos de acrílico que le habían salido cientos de dólares y que aún conserva en una cajita bien envueltos para que no se rayen.
-Ideales para un primer plano de un whisky…
Consigamos la cuenta de Jack Daniels, pienso. ¿Aunque no es whisky eso, no? De todas formas es el que más me gusta en cuanto a etiquetas. Johnnie Walker también estaría bien, ahora que lo pienso y además lo tuvo a Harvey Keitel, pronunciado Keitél y no Kéitel como decía yo.
Arriba está la reproducción del Sovereign of the Seas que una vez alquiló a su dueño y constructor para otra película y terminó comprando. Tiene la historia escrita a mano por el tipo que lo armó; se lee fecha y que fue el clipper más veloz de su clase. Me lee los nudos. Knots, dice. Después me recuerda que el día que decidió comprarlo mamá le rompió el mástil más alto con el baúl del auto y lloró durante horas. Pobre tu madre, también dice, se angustió tanto…y mira hacia afuera por la ventana. Insisto en preguntar por qué teníamos un barco en casa. Digo, nunca fuimos gente de mar, gente de Punta del Este puede ser, Marisconea y El Ciclista en los 80 pero no de mar.
-Me enamoré. Un día va a ser tuya, eh. Te va a ir bien en la biblioteca.
Creo que prefiero la vieja Underwood en la que escribía mi abuelo y soy muy perra y hago una pasada por Christie´s y veo otra reproducción del mismo clipper a unas ocho lucas dólar.
Sigo sumando a mi dudosa herencia, esperando que algún hombre en mi vida sepa apreciarla (más que yo) aunque después me acerco y veo los detalles de las velas enrolladas y los botecitos minúsculos que cuelgan de los costados y el mástil roto por mi madre y enmendado por este hombre “que ya debe haber muerto hace siglos, te imaginarás y con los años fue haciendo juego el pegamento y la madera y se volvió a quebrar” y todo me conmueve un poco.
1 Comments:
Me encanta.
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