Thursday, December 29, 2011

Dog´s Life

Los vecinos de la esquina que vivían en la casa que tenía doble entrada por Rosales y por Alberdi (como muchas casas en esquinas) tenían un perro, un boxer enorme y marrón que se llamaba Salomón y al que hasta que entablé amistad (con la menor de los hermanos y el perro) le tuve pánico.
Salomón a su vez, era hijo de Gorcha que tenía ese nombre porque la habían encontrado en el pueblo de Gorchs, camino a Azul donde tenían un campo que a su vez tenía mi nombre. Gorcha también era una boxer pero mucho más chiquita que su hijo, más bien retacona y simpática y en apariencia inofensiva. Gorcha me caía bien, sobre todo la forma en que se le contorsionaba todo el cuerpo cuando movía su colita amputada. Cuando la encontraron, los vecinos de la esquina ya tenían otro boxer, uno grande y blanco al que le habían puesto apropiadamente “Albo”. Albo y Gorcha fueron marido y mujer.
Nunca conocí a Albo salvo en fotos y por cuentos. Era una suerte de leyenda familiar, un tema de conversación en la mesa y hasta yo, alguna vez me encontré hablando de Albo como si tal cosa, como si alguna vez nos hubiésemos conocido.
Mi madre siempre se opuso a que tuviera un perro.
-Over my dead body.
Eso dijo, eso se hizo. La única preocupación era “al final me voy a terminar ocupando yo de sacarlo a pasear” y como la mayoría de las decisiones en mi casa, esas fueron las palabras finales y nunca más se discutió el tema. Tuve que consolarme con hámsters y tortugas y el ocasional seamonkey que contrabandeaba de Estados Unidos. Y esos, de todas formas, nunca crecían como te hacían creer en la retiración de tapa de la Archie que también me traía en la valija.
Cuando leía la Archie sabía que por color de pelo me correspondía ser Betty; porque a los 9 las reglas son claras: rubia = sos el personaje rubio. Por los mismos motivos siempre era Kris Munroe y cuando todavía estaba Farah me tocaba ser Jill en Los Angeles de Charlie. Todo era bien lineal. Lo bueno era que siempre fui Jamie Sommers. Entonces era Betty durante toda la revisa y me tocaba solidarizarme con ella lo que durase el episodio, gustase Archie o no de ella. Pero la verdad del cuento era que yo quería ser Verónica y a Salomón nunca dejé de tenerle miedo. Fingí hasta la adultez.

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3 Comments:

Blogger Pablo Makovsky said...

es que a lo mejor es así, nomás (http://pifiada.blogspot.com/2011/12/la-serie-encantada.html), olvidamos qué personaje éramos en la fábula original. por suerte ser charlotte no te sale mal

4:32 PM  
Anonymous Anonymous said...

Yo era mas bien Verónica.Suerte que ninguna de las dos fuimos Torómbolo

6:29 PM  
Blogger Kaki said...

tuve "la misma infancia" con la misma excusa de mi mamá.

9:26 AM  

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