Strangers, For All We Know
A veces (solo a veces) me pregunto cómo se sentirá mi madre cuando le hago esos relatos por momentos un poco grotescos, del avance del Parkinson.
Tengo un mecanismo defensivo que es caer en lo más escabroso, decir las cosas más terribles, recurrir a las imágenes más crueles porque dicho así, la realidad se vuelve un poroto. La monstruosidad la pongo en el relato. Y ahí queda. Aunque claro, develado el mecanismo defensivo deja de tener efectividad. ¿A quién estás engañando, no?
Volviendo a mi madre y esas veces en las que pienso qué sentirá por el deterioro de mi padre. No pienso en el de ella que parece ser más lento y por qué no, equilibrado, como las mayoría de las cosas que hace; ese hombre del que alguna vez se enamoró o creyó haberse enamorado y siguió casada 27 años. Todavía hoy –sólo por unos pocos años- estuvieron casados más tiempo del que estuvieron separados. Apenas por 4.
Yo creo que ya son extraños con ese afecto acostumbradizo de los conocidos. Sin embargo, preguntan siempre por el otro, más últimamente (supongo que por el paso del tiempo es más apropiado preguntar) y el interés parece ser auténtico. Creo que mi padre quiere más a mi madre de lo que ella a él. Con razón, a pienso y también me sube algo por la espalda cuando detecto esa alianza callada y hasta negada que siento.
Difícil entender la historia de amor ajena, más la de tus padres. Pienso en mis propias historias de amor y lo que siento hoy por esas personas. Entiendo un poco ese cariño actualizado. No soy de esa gente que deja de querer fácil.
Vuelvo una vez más a mi madre. Todo lo que sabe de mi padre es a través mío. La última vez que se vieron fue hace más de un año, para mi cumpleaños sorpresa de 40. La misma incomodidad que el día que se murió mi abuela paterna y mi viejo se lanzó desconsolado a llorar en los brazos de mi madre. Creo que retrocedí y me fui de la escena. No fue hace tanto y parecía tan desbordado y la cara de mi vieja, dura, abrazando a medias pero al mismo tiempo llorando. Hasta donde yo vi. Son dos extraños, no hay duda. Vidas paralelas. Seguramente terminen sus vidas así, cada uno por su lado y habiendo vivido más años separados que juntos. Una vez más yo seguramente sea la responsable de unirlos; en esos relatos, de mi niñez, de mi vida, de estas dos personas que fueron mis viejos.
Tengo un mecanismo defensivo que es caer en lo más escabroso, decir las cosas más terribles, recurrir a las imágenes más crueles porque dicho así, la realidad se vuelve un poroto. La monstruosidad la pongo en el relato. Y ahí queda. Aunque claro, develado el mecanismo defensivo deja de tener efectividad. ¿A quién estás engañando, no?
Volviendo a mi madre y esas veces en las que pienso qué sentirá por el deterioro de mi padre. No pienso en el de ella que parece ser más lento y por qué no, equilibrado, como las mayoría de las cosas que hace; ese hombre del que alguna vez se enamoró o creyó haberse enamorado y siguió casada 27 años. Todavía hoy –sólo por unos pocos años- estuvieron casados más tiempo del que estuvieron separados. Apenas por 4.
Yo creo que ya son extraños con ese afecto acostumbradizo de los conocidos. Sin embargo, preguntan siempre por el otro, más últimamente (supongo que por el paso del tiempo es más apropiado preguntar) y el interés parece ser auténtico. Creo que mi padre quiere más a mi madre de lo que ella a él. Con razón, a pienso y también me sube algo por la espalda cuando detecto esa alianza callada y hasta negada que siento.
Difícil entender la historia de amor ajena, más la de tus padres. Pienso en mis propias historias de amor y lo que siento hoy por esas personas. Entiendo un poco ese cariño actualizado. No soy de esa gente que deja de querer fácil.
Vuelvo una vez más a mi madre. Todo lo que sabe de mi padre es a través mío. La última vez que se vieron fue hace más de un año, para mi cumpleaños sorpresa de 40. La misma incomodidad que el día que se murió mi abuela paterna y mi viejo se lanzó desconsolado a llorar en los brazos de mi madre. Creo que retrocedí y me fui de la escena. No fue hace tanto y parecía tan desbordado y la cara de mi vieja, dura, abrazando a medias pero al mismo tiempo llorando. Hasta donde yo vi. Son dos extraños, no hay duda. Vidas paralelas. Seguramente terminen sus vidas así, cada uno por su lado y habiendo vivido más años separados que juntos. Una vez más yo seguramente sea la responsable de unirlos; en esos relatos, de mi niñez, de mi vida, de estas dos personas que fueron mis viejos.
7 Comments:
Gran post.
gran
No es moco 'e pavo entender qué sienten los otros. O uno mismo.
UFA! gran post
Que bien escribís.
el amor de los padres creo que no se termina de entender nunca del todo. Pero gracias a ellos (entièndolos o no) aqui estamos.
hermoso relato.
El amor en los tiempos K.vs.K.
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