Elije tu propia aventura

Hay un hueso-tiene nombre, claro, el coxis o cóccix- que ni te enterás que existe hasta que te lo golpeás tanto que te duele sentarte por los próximos cuatro días. Nunca está bueno caerse en público, no importa cuán reducido sea el grupo, no importa cuán selecto.
Podría hacer varios cuentos al respecto de mi dolor de coxis y sus motivos. Podría decir por ejemplo que resbalé en la bajada de Paraguay hacia Alem, justo donde se acumulaba agua a la salida de Morizono porque a alguien se le ocurrió baldear después del mediodía y encima de todo me llené de olor a pescado. Podría decir que estaba almorzando con un cliente/amigo acá cerquita en Tancat y me cambiaron la ubicación de los escaloncitos (ahora que lo remodelaron) y tropecé tontamente aterrizando de culo al piso. Podría decir que el baño de ese telo deprimente de 3 Sargentos estaba mojado y entrar corriendo en tacos altos para retocarme el maquillaje antes de salir no es buena estrategia. O también podría decir que bajando casi en cuña por esa misma cuadra, los adoquines están separados y me traicionaron impunemente a pesar de la suela de goma que tienen esos zapatitos negros (el taco es tan finito que puede engancharse en esas rendijas que quedan entre los adoquines y hacerte tropezar).
No sé que duele más, si el culo o la humillación pública de una caída.