A
La última vez que te vi fue en la City. Rarísimo. En el 92 ya casi no íbamos más. No sé qué hacíamos ahí. Creo que estabas con el Mono. Yo acababa de volver de un viaje, vos te estabas yendo en unas semanas. Misma ciudad. No sé qué tenía puesto (raro, porque suelo acordarme de esos detalles) pero sí me acuerdo de tu cara y de verte entre la gente y atravesar todos los cuerpos transpirados para llegar a saludarte. Nos veíamos todos los fines de semana de mi vida y sin embargo me daban como nervios verte.
-¿Qué hacés? Y usaste ese apodo hijo de puta que me habías inventado otro año en el campo, cuando íbamos trescientos mil y nos quedábamos todo el fin de semana. La vez que también me pusiste María Soledad porque Fercho se me tiraba encima en el asiento de atrás de la van y a él le habían puesto El Tula. Bueno, hoy me acordé de esa vez en la City. Del saludo. De que nos dimos un pico equivocados, se nos torcieron las bocas sin querer así un segundo y nos reímos. Me acordé de eso, de tu cumpleaños hoy, del viaje, de la noticia el lunes a la mañana, de cómo durante años veía tipos iguales a vos en la calle y por un minuto iba a saludar hasta que me acordaba y me decía, no, imposible, de esa sensación tan rara de saber que nunca más vas a volver a ver a una persona en tu vida. Ni hoy, ni mañana, ni pasado ni nunca más en todos los días que quedan. Y de repente creer que te veo por la calle. Qué raro. ¿Cómo te juega esas pasadas la cabeza? Ni que me hubiese olvidado. Mil veces en el año te me aparecés así de la nada porque sí y generalmente lo que me acuerdo me hace reír. Y otras me acuerdo de los llantos, del dolor imposible. Pero son menos. Hoy, ponele, estuve un largo rato tratándome de acordar de tu voz. La tengo, creo que la tengo, pero se me escapa un poco el tono y le tengo que poner palabras exactas que te escuché decir alguna vez. Mi nombre, por ejemplo, con el diminutivo que usan todos en tu casa cuando me llaman. Voy a tener cincuenta y van a seguir diciendo lo mismo. Ahí vuelve por unos segundos, y la risa de costado y la forma de caminar me la acuerdo perfectamente también. Te la podría imitar ahora mismo. Diez y diez, igual que como agarrabas el volante del auto (¿un Gacel era?)
-¿Qué hacés? Y usaste ese apodo hijo de puta que me habías inventado otro año en el campo, cuando íbamos trescientos mil y nos quedábamos todo el fin de semana. La vez que también me pusiste María Soledad porque Fercho se me tiraba encima en el asiento de atrás de la van y a él le habían puesto El Tula. Bueno, hoy me acordé de esa vez en la City. Del saludo. De que nos dimos un pico equivocados, se nos torcieron las bocas sin querer así un segundo y nos reímos. Me acordé de eso, de tu cumpleaños hoy, del viaje, de la noticia el lunes a la mañana, de cómo durante años veía tipos iguales a vos en la calle y por un minuto iba a saludar hasta que me acordaba y me decía, no, imposible, de esa sensación tan rara de saber que nunca más vas a volver a ver a una persona en tu vida. Ni hoy, ni mañana, ni pasado ni nunca más en todos los días que quedan. Y de repente creer que te veo por la calle. Qué raro. ¿Cómo te juega esas pasadas la cabeza? Ni que me hubiese olvidado. Mil veces en el año te me aparecés así de la nada porque sí y generalmente lo que me acuerdo me hace reír. Y otras me acuerdo de los llantos, del dolor imposible. Pero son menos. Hoy, ponele, estuve un largo rato tratándome de acordar de tu voz. La tengo, creo que la tengo, pero se me escapa un poco el tono y le tengo que poner palabras exactas que te escuché decir alguna vez. Mi nombre, por ejemplo, con el diminutivo que usan todos en tu casa cuando me llaman. Voy a tener cincuenta y van a seguir diciendo lo mismo. Ahí vuelve por unos segundos, y la risa de costado y la forma de caminar me la acuerdo perfectamente también. Te la podría imitar ahora mismo. Diez y diez, igual que como agarrabas el volante del auto (¿un Gacel era?)
15 Comments:
Hay un cuento de Joyce. John Huston hizo su último film sobre ese cuento, creo.
Ud., prudentemente, dirá: "el almirante truló". Pero bueno, fue en lo primero que pensé, qué quiere que le haga.
decime que no se murió por dios!
Lo de la voz es tal cual. Me pasa con un par de esos a los que nunca más voy a ver.
La imagen, el perfume -hasta la textura, te diría- me concentro y vuelven. Pero la voz es caprichosa, entra y sale de la cabeza cuando quiere.
Un abrazo grande!
Claro, Almirante. The Dead. Terminaba con algo así como ¨snow falling faintly, faintly falling over the living and the dead.¨Actuaba la hija de Houston también, Angelica.
Sí, la voz es caprichosa. Exacto.
no me podes escribir este post un viernes.
Tan lindo pero tan triste....
no no no
decime que la horrible noticia no fue en el 99....septiembre? decime que no.
la vida puede ser caprichosa, pero nada como la muerte!!!!!!!!
que lo pario!.
No, no. No fue septiembre.
o charol, esa sensacion me re suena..."mira ahí está...." ah no no, imposible.
tan a menudo me pasa.tan triste no?
no le quedaban las rodillas por la orejas en el gacel?
manana de sol en Barcelona, al leer el post algún que otro amigo se me vino a la cabeza, a la memoria más indelebele, la que usted describe, las imágenes, los olores, los sabores, momentos completos que nunca más estarán; me puse triste, pero bien, es bueno estar triste a veces, sobre todo cuando se recuerda a alguien querido, es ese sabor agridulce que te saca una sonrisa melancólica, good all days...
Si un dia cortamos con PFH,nunca olviadre su voz eunucal.Tan sexy,que me moja.
Retired and ultra gay
Rat
esto es de lo mejor que leí de lo tuyo, rubia. Por alguna razon me gustás más cuando sos frágil y melancólica.
igual me gustás siempre. Te doy, además.
saludos
Dios mío, pobrecito, qué le pasó? Por favor, necesito saber más, me quedó angustia en la garganta. Besos. Pix
Qué triste saber esto, Ch. De verdad que has logrado compartir una tristeza profunda e inabarcable, plenamente.
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