The Silent Chef
Cuando murió mi abuela, mamá se quedó como petrificada, sin saber muy bien cuál era la reacción que se esperaba de ella. Pero ese fue justamente el momento en el que se dejó de esperar algo de ella. Yo me ocupé del proceso eficientemente y con bastante poca emoción. Sin embargo, yo me acuerdo más de mi abuela y últimamente cada vez con más cariño. A veces hasta me viene en sueños y tenemos unas charlas que hubiesen sido imposibles, mezcladas con otras charlas que sí tuvimos donde me contaba de Polonia y los nombres de sus hermanos. Para mi ella es un recuerdo bastante cotidiano, natural. Mamá en cambio no la menciona demasiado. Pero hay días, como el martes, en que se le da por cocinar viejas recetas de la abuela, sin razón aparentente. Le vienen ganas y lo hace. Debe ser su forma particular de recordarla.
Viene a casa con unas Natillas, Cremitas les decía yo de chica. La capa de vainillas que iba abajo estaba perfecta, el gusto era casi el mismo (aunque debían ser al menos 20 años que no las probaba) pero había algo en la textura que las delataba. Estaban esponjosas, como una mousse.
-¿Batíste bien los huevos y la leche antes? le pregunto.
Mi abuela le daba esa tarea a mi abuelo, que con un batdior manual, esos que tienen una ruedita que gira, batía por horas.
-Sí, y después revolviendo a fuego lento hasta que rompe el hervor cuidando que no se corte.
-Claro, y después lo de la cuchara de plata, que tenía que salir toda cubierta...
Desde una silla que acercaba al lado de la cocina, yo podía ver perfectamente como la cuchara de plata salía cubierta por la crema. Mi abuela la soplaba un rato porque estaba hirviendo y me la daba para chupar. Después de eso, estaban listas.
Mamá me mira confundida. No tiene la menor idea de lo que le estoy hablando. Nunca había escuchado ni visto la cuchara de plata. Se le perdieron varios recuerdos en el camino. Hay muchos secretos que no están en los libros de cocina, ni en las recetas escritas. Yo me quedé con algunos.
Viene a casa con unas Natillas, Cremitas les decía yo de chica. La capa de vainillas que iba abajo estaba perfecta, el gusto era casi el mismo (aunque debían ser al menos 20 años que no las probaba) pero había algo en la textura que las delataba. Estaban esponjosas, como una mousse.
-¿Batíste bien los huevos y la leche antes? le pregunto.
Mi abuela le daba esa tarea a mi abuelo, que con un batdior manual, esos que tienen una ruedita que gira, batía por horas.
-Sí, y después revolviendo a fuego lento hasta que rompe el hervor cuidando que no se corte.
-Claro, y después lo de la cuchara de plata, que tenía que salir toda cubierta...
Desde una silla que acercaba al lado de la cocina, yo podía ver perfectamente como la cuchara de plata salía cubierta por la crema. Mi abuela la soplaba un rato porque estaba hirviendo y me la daba para chupar. Después de eso, estaban listas.
Mamá me mira confundida. No tiene la menor idea de lo que le estoy hablando. Nunca había escuchado ni visto la cuchara de plata. Se le perdieron varios recuerdos en el camino. Hay muchos secretos que no están en los libros de cocina, ni en las recetas escritas. Yo me quedé con algunos.
12 Comments:
Cuanta vida que hay en los pequeños detalles que nos pasan nuestras abuelas y madres al cocinar... Me encanta cocinar y pese a que lo hago así nomás, instintivamente, sin receta, tiene para mi un fondo ritual, atávico: al picar la cebolla de tal manera, al revolver algo de tal otra, están nuestros viejos sonriendo en algún lugar...
Pareciera que el misticismo de todo buen plato nace en el toque personal de cada mano.
lo mío también es de poca receta y más intuitivo, pero igual el detalle de la cuchara era fundamental, era la única forma de medir bien el punto.
20 centavos de manteca? buenísimo, sobre todo para un país así como el nuestro sin hiperinflación, predecible, muy bueno lo de su abuela, ja.
Mi abuela hacía unas natillas deliciosas, eran mi perdición. Con el tiempo la receta se fue pasando entre las mujeres de la familia, quienes siempre tuvieron una excelente mano para la cocina (y sobre todo la repostería), pero nunca nada les quedará como a ella, con ese sabor a calidad de la experiencia.
Más allá de la indescriptible empatía que le tengo debido a cuan cercana es esta historia para mi, sigo decepcionado... no puedo creer lo que hizo.
vicki: te acabo de ver, nena. no sigas despilfarrando los dineros de esa beca. ponete a estudiar, vaga!
tricula: tu decepción es signo de que vamos por buen camino. ya iremos a hacer destrozos a tu bulín de cuarta.
charlotte: adelante, rubia!
amamos las natillas, tric.
visceras: yo pasaba mis vacaciones de invierno en La Cumbre, va en realidad la casa de mis amigos era en Cruz chica y estábamos en Reydon, íbamos a Toby´s, Al Río Pintos, Huerta Mala, al Golf de La Cumbre y claro, comíamos unos dulces caseros increíbles...
calan, siga imponiendo la ley y el orden.
Otra vez, you mean?
Che, este también está bueno... no vas a sacar este post, no? 'jatejoder flaca!
este no.
yo tambien supe tener una abuela que hacía un dulce de frambuesas de la hostia. los preparaba en verano (no sé si porque se cosechan en esa época) y los reapartía a sus hijos. la cantidad de frascos (dolca grande) que llegaban a tejedor, ninguno sobrevivía 36 horas. con helado de crema salía espectacular. lamentablemente se llevó toda la receta al más allá.
Epa! Yo también veraneaba en La Cumbre, y comía esas gomitas que vendían en el quiosko a la vuelta del vado que iba hacia el balneario El Chorrito (qué nombre, eh).
Charlotte, muy bueno su blog.
Keep up the good work »
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