Recuerdos de Paris

Casi como gotas vienen los recuerdos de mamá de su viaje a Paris en Mayo. El de esta noche llegó por casualidad en una de nuestras típicas charlas nocturnas, esas que termina con un “Sleep tight babe, love ya’” a mis creciditos 30 y pico. Me estaba contando acerca de la hospitalidad de los primos franceses, de lo que parecía ser un exceso de atenciones, de cederle el cuarto principal con su gran cama, llenarle una heladera de los quesos más increíbles, sábanas nuevas y grandes toallones y una confesión que vino entre lágrimas por parte de Janine y Monique. Al fin de la segunda Guerra, ya en Francia y después de escapar de Polonia, el padre de las chicas muere. Reciben unas vacas de unos vecinos, algunas gallinas que andaban dando vueltas por ahí, la madre se pone a vender quesos y dulces en el pueblo de Melun y dos veces al año reciben también un paquete del otro lado del mundo. Este paquete traía vestidos impecables, abrigos, zapatos, medias, chocolates, cigarrillos y café.

Del otro lado del mar, mamá ayudaba a mi abuela María a embalar en lo que parecía una funda de almohadón de sillón que cosían con cuidado toda esa ropa que ella ya no usaba y las otras cosas que compraban para mandar. Juntas iban a las oficinas de Villalonga Furlong desde donde emprendían un viaje de casi dos meses hasta Francia. Mamá todavía se acuerda de escribir cuidadosamente los nombre franceses, los apellidos polacos en las etiquetas sin entender muy bien lo que hacían ni quién era esta gente de nombres raros.
Unos 50 años mas tarde estas tres primas se encuentran por segunda vez en sus vidas a charlar en un living en Paris y entre algunas lágrimas mamá se entera de donde viene tanta hospitalidad. Parece que Monique y Janine nunca se pudieron olvidar de todos esos años que anduvieron vestidas con su ropa.
Aparte de los perfumes, esas bombachitas top, los libros, CD's y las mil boludeces que me trajo, yo la adoro cuando ella me hace estos regalos de un viaje.