Andar de Geisha
No sé si resista un llanto más. Ajeno, digo, de mi padre básicamente. Los míos los manejo, salen pero no desbordan, los interrumpo justo antes de que se me vayan de control. Cierro compuertas.
Si alguien alguna vez me pidiese la redacción de un manual de detección y evolución de la enfermedad podría decir cosas como “en su estadio avanzado el paciente se desplaza con el caminar de una Geisha atrapada en su kimono con obi incluido, con esas incomodísimas ojotas de plataformas y medias; pasitos diminutos, minúsculos, arrastrando los pies sonoramente pero sin la gracia de la Geisha, claro”.
Pero nadie me pide que escriba un manual. Me lo escribo mentalmente a mí misma, esas escapadas creativas que tengo en el medio de la tormenta. Me evado y lo voy redactando.
-Aguanto cualquier cosa menos el llanto. Que no llore, Luis, please. Con eso no puedo.
Lo miro a Sr. Transferencia desde mi lado de la neurosis y le pido que haga que mi padre no llore más, como si fuese a algún médico brujo, please le digo. Como los que piden lluvia. Bueno, yo pido lo contrario. Después concluimos que al final uno puede más o menos con todo, que las cosas pasan.
Tengo pesadillas y me despierto con las piernas flojas y aterrada, con la certeza de que si me parase me caería irremediablemente al suelo, desplomada y no podría escapar. ¿De qué? Me quedo en la cama con los ojos abiertos. Mis pesadillas siempre son en la casa de Olivos, es de noche y está todo oscuro. Siempre un peligro inminente afuera y la oscuridad.
Pasitos de geisha. Ahí la última entrada de mi manual.
Si alguien alguna vez me pidiese la redacción de un manual de detección y evolución de la enfermedad podría decir cosas como “en su estadio avanzado el paciente se desplaza con el caminar de una Geisha atrapada en su kimono con obi incluido, con esas incomodísimas ojotas de plataformas y medias; pasitos diminutos, minúsculos, arrastrando los pies sonoramente pero sin la gracia de la Geisha, claro”.
Pero nadie me pide que escriba un manual. Me lo escribo mentalmente a mí misma, esas escapadas creativas que tengo en el medio de la tormenta. Me evado y lo voy redactando.
-Aguanto cualquier cosa menos el llanto. Que no llore, Luis, please. Con eso no puedo.
Lo miro a Sr. Transferencia desde mi lado de la neurosis y le pido que haga que mi padre no llore más, como si fuese a algún médico brujo, please le digo. Como los que piden lluvia. Bueno, yo pido lo contrario. Después concluimos que al final uno puede más o menos con todo, que las cosas pasan.
Tengo pesadillas y me despierto con las piernas flojas y aterrada, con la certeza de que si me parase me caería irremediablemente al suelo, desplomada y no podría escapar. ¿De qué? Me quedo en la cama con los ojos abiertos. Mis pesadillas siempre son en la casa de Olivos, es de noche y está todo oscuro. Siempre un peligro inminente afuera y la oscuridad.
Pasitos de geisha. Ahí la última entrada de mi manual.
Labels: The Parkinson's Journal
12 Comments:
uno puede incluso, con el dolor.
Abrazo nena!
los sapos se tragan. Siempre. Besos, Anna
Aquí tragando sapos. Gracias!
Abrazos, abrazos y más.
Siempre es más difícil el dolor ajeno que el propio, ni hablar de la enfermedad del otro, el sufrimiento y las lágrimas del ser querido.
Fuerza, Charlotte! Un abrazo!
Es bravo.Hay que transitarlo. Suerte.
Perdón por la expresión pero Mucho Huevo!
Fuerza, un abrazo grande y mucha paz interior para atravesar el dolor ajeno.
mierda, una mierda
Hice terapia de grupo y un tal Sergio no paraba de llorar cuando hablaba de su situación familiar. Yo le decía cosas como "Sergio, POR FAVOR, controláte y dejá de llorar que lo hacés solo para conmovernos!"
Pidió que me sacaran del grupo.
Me morí con lo de "Sergio controlate". JUAAAAAAAAA
Pobre Sergio, la mujer le metía los cuernos... pero no es para andar moqueando adelante de 4 desconocidos, che! Un poco de compostura.
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