Cleptómana
A mi el “ser amigo de lo ajeno” me fue condenado de niña y siempre mereció castigos terribles. Parece que una vez después de visitar la tiendita de los Gallegos (la que quedaba bajando la barranca de Rosales, cuando Rosales se vuelve Sturiza, justo pegado a la tintorería de los japoneses y al barsucho de la estación Olivos, frente al minimercado El Rescate que era del ex combatiente de Malvinas) yo me vine a casa con un enorme anillote plástico con piedrón de dudoso engarce, en el dedo índice (porque si no se me caía). Mamá rápidamente inició interrogatorio y cuando contesté que el gallego “me lo había regalado” me agarró de la oreja y bajamos un cuña por la barranca de Rosales. Me llevó directo a la tiendita a someterme a un careo con el gallego. Yo no llegaba al mostrador, solo veía las bovinas de hilo de colores, los cajoncitos con botones, la pollera de mamá y los papeles para envolver que era lo que estaba a mi altura. El gallego se apenó y trató de decir que había sido un regalo hasta que mamá divisó un jueguito de esos para armarte tu propia bijou al que le faltaba justamente algo. Donde debía estar el anillo había un hueco hecho con un dedo muy chiquito entre las perlitas y las cuentas para enhebrar. Mientras mamá hablaba con el gallego y su mujer yo me ocupaba de hacer el agujerito obnubilada por el anillo, así despacito y con paciencia casi como un Papillon. Obviamente mamá me lo hizo devolver y de ahí nunca más hasta ahora, que cada tanto encuentro en mi cartera biromes como estas que dicen V Congreso de Infectología, Novotel Accor Santiago, The Leading Hotels of the World y otras de lugares en los que nunca he estado. Aunque pensándolo bien, en el colegio éramos todas profetas de la currada de biromes. Una Bic nueva cotizaba altísimo entonces pasaban por el escritorio, cambiaban el tubito interno con la tinta y en el escritorio escribían CH adentro de un círculo para informar que había pasado El Chorro. Claro la Z era al zorro lo que la CH al chorro, o a Charlotte, pero solo a veces y con la biromes se ve.
13 Comments:
me sucede lo mismo con lapiceras y encendedores.
no estas sola, sabelo.
Charlotte, no se sienta mal, yo era terrible. Por suerte me reformé a tiempo - ahora cobro por los trabajos.
No! que mal momento le hizo pasar su madre, inolvidable y enriquecedor, porque de ahí en más seguramente ni intentó volver a otra situación de careo...
Yo sin embargo y como padre (de mi Charlotte de 3 años) no se lo haría, se que la enseñanza es importante, pero buscaria alternativa.
Ud si lo repetiría con un hijo suyo Charlie?
las biromes son tentadoras, uf, terriblmente se ve.
No se si el formato, me parece que menos tormento, igual si creo en cierta disciplina eh, veremos qué errores cometo yo, que serán muchos y bien intencionados también , seguramente.
Haiku:
Yo era técnico de cajeros automáticos /
el cajero escupía billetes /
yo me quedé con varios billetes.
El "ladrón de encendedores" es una categoría cuyo rango debería ser equivalente al de "enemigo público nro. 1".
Pero claro, invariablemente se topa uno con encantadores especímenes y el perdón se nos escapa con la misma facilidad que los encendedores.
Yo de adolescente robaba libros en librerías. A los veintipico, en el Carrefour de Paseo Alcorta confeccioné una técnica simple y perfecta que me permitió robarme, de a uno por vez, la obra completa de García Márquez.
Me avergüenzo y me da risa a la vez.
El Combate se llama el minimercado, ahora con una sucursal sobre Corrientes... y el barsucho está siendo demolido para dar paso seguramente a yet another torrecita de apartamentos. Está muy cambiado este barrio Charlotte, ya no es lo que era. Incluso hay embotellamientos diarios en las horas pico. Un Belgrano cualquiera.
ah, vaios amigos de lo ajeno...
olivos: es verdad el COMBATE, tuve un lapsus. pero usted ahora vive en olivos, no?
el chorro, qué tiempos aquellos!
kolyiken: cómo es el tema de los cajeros? no hay control?
La tintorería la tengo, el supermercado (que recién ahora me entero que es de un ex combatiente de malvinas, igual, nunca voy) lo ubico.
Ahora, la tienda del gallego y el bar... me desorientan...
Igual, el relato de la cleptomanía infantil es un clásico...
Hay vergüencitas que las arrastramos durante décadas...
la tiendita y la tintorería y el bar ya no existen niño.
hay una tintorería, yo la ví...
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